La historia, ¿tiene un sentido o no lo tiene? "No sabes de dónde viene el viento, ni adónde va", decía Cristo a Nicodemo. Voltaire escribió: "Si la Historia es sólo un montón de hechos que no dejaron rastro alguno, si no es más que un cuadro confuso de ambiciosos armados, muertos los unos por los otros, tantro valdría consignar combates de animales". Pero fue un discípulo de Cristo, Bossuet, quien en su Discurso sobre la historia universal intentó envolver la síntesis de todos los acontecimientos del mundo con el manto soberbio de su elocuencia. Y fueron volterianos lo que, helada apenas la famosa sonrisa, proclamaron el Evangelio del progreso. ¿Entonces? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Pero, ante todo, ¿vamos a alguna parte? ¿Es la historia una marcha hacia un objetivo o la resultante del caótico ballet de las moléculas, desencadenadas por no se sabe qué azar? Pero elegir el azar, ¿no es ya apostar en favor de un dios triste?
Dejemos hablar a aquellos que creen en la historia -de muchas maneras distintas- y a aquellos que no creen en ella. Pero, antes de entrar en el corazón del debate, uno de los más grandes maestros del humor y de la tolerancia, Tomás Moro, abrirá estas páginas con algunos sueños extraídos de su Utopía. Canciller de Inglaterra, se consolaba de estar al servicio del siniestro Enrique VIII y de vivir en un tiempo de rapiña y violencia, imaginando la edad de oro. Enrique VIII terminó cortándole la cabeza, y la Iglesia católica acaba de inscribirlo en el catálogo de sus santos. "Vendrá el tiempo, escribía, en que, con ayuda de la dulzura y la razón, la verdad se desprenderá por sí misma".
A su visión de una sociedad ideal, Janus agrega, a modo de conclusión, la Utopía de André Kédros: algunas páginas inéditas extraídas de una obra a aparecer, donde un escritor de nuestro tiempo irrumpe de pronto la novela de sus personajes para dejar a uno de ellos soñar con el mundo de mañana. Los escépticos y los hastiados sonreirán leyendo a Tomás Moro y a Kédros, ¿pero será una sonrisa exenta de emoción? Pues, en fin, de la realidad al sueño, ¿es tan grande el paso a franquear en 1516? ¿Es tan inconcebible en 1965? Estas dos Utopías, la de ayer y la de hoy, ¿no lanzan una voz desgarradora a la persona humana que "sigue buscando el medio de devenir lo que ella tanto desearía ser, lo que yo sería capaz de ser, si... si no hubiera otras personas en el mundo?" Es verdad que éstas son las últimas líneas del Diario de Anna Frank.
Editorial de la revista "Janus" Nº 3, oct.-dic. 1965.
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