Otto Rapp es un artista austríaco contemporáneo, nacido en 1944. De su obra he seleccionado el cuadro intitulado El deterioro de la mente a través de la materia, sumamente pertubador, con fuerte influencia surrealista. Les invito a conocer la obra de Otto Rapp, en su sitio web.
domingo, 31 de mayo de 2015
lunes, 18 de mayo de 2015
Las leyes de la estupidez humana
Un sabio que conozco me pone al cabo de la calle de la teoría sobre la estupidez humana del historiador de la economía Carlo Maria Cipolla, que la hizo pública en un librito titulado Allegro ma non troppo: no lo conocía, pero con una primera lectura rápida he tenido bastante para considerarlo imprescindible.
La teoría de Cipolla sobre la estupidez humana me parece francamente irrefutable, y creo que vale la pena hacer un resumen. En primer lugar, el autor establece cuatro categorías fundamentales de personas: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. Los incautos son los que realizan acciones que suponen una pérdida para ellos pero una ganancia para alguien otro; los inteligentes se reconocen porque sus acciones les benefician a ellos pero también a los otros; los malvados, como su nombre indica, se caracterizan porque actúan siempre en su beneficio, aunque esto comporte causar algún perjuicio a alguien otro, y, por fin, los estúpidos se hacen notar porque sus acciones absurdas hacen daño siempre a los otros sin que ellos ganen nada: al contrario, muy posiblemente ellos también saldrán perjudicados: son los que Cipolla clasifica como superestúpidos. Por otro lado, las tres primeras categorías no son estancas, sino que se comunican y pueden ser intercambiadas: por ejemplo, una persona inteligente puede comportarse ocasionalmente como un incauto o como un malvado, el malvado puede tener un descuido que le haga actuar como un incauto y es perfectamente posible que un incauto se ilumine con un pronto de inteligencia. Todo ésto es así porque, en cualquiera de los tres casos, estamos hablando de personas que actúan racionalmente, de forma que sus comportamientos, incluso aunque resulten moralmente reprobables, siguen una lógica comprensible.
El estúpido, en cambio, es intransferible a ninguna otra categoría y actúa siempre con una coherencia estremecedora: es estúpido siempre y en cualquier situación, y no tiene objetivos ni finalidades a partir de los cuales se puedan evaluar sus actos. Es temible porque es imprevisible: lo único seguro es que acabará haciendo daño allá por donde pase. Es en función de estos datos empíricos como Cipolla enuncia las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana. Primera ley fundamental: “Siempre y de manera inevitable cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. Segunda: “La probabilidad que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”. Tercera: “Una persona estúpida es aquella que causa daños a otra o a un grupo de personas sin obtener un provecho, e incluso obteniendo un perjuicio”. Cuarta: “Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. En especial, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier lugar y momento, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un error costosísimo”. Y quinta: “La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado”.
Son cinco leyes que conviene grabar en la memoria y tenerlas presentes en cualquier situación de la vida: nunca se sabe por dónde puede aparecer el estúpido de turno para proceder a amargarnos la vida. Muy especialmente, por poner un ejemplo y por las cosas que se empiezan a escuchar y ver, en un año electoral.
Artículo del periodista Sebastián Alzamora, transripto de Nabarralde, un interesante blog culural español.
miércoles, 6 de mayo de 2015
Apisonadora de vapor de Aveling (1867)
País: Gran Bretaña
Dimensiones: unos 6 m. de longitud.
Peso: 30 t.
Fue una de las primeras apisonadoras de vapor.
Otra máquina que debe su existencia al aprovechamiento de la energía del vapor de agua es la apisonadora de vapor, que se utiliza todavía hoy en la construcción y la reparación de carreteras. La invención y el posterior empleo de la apisonadora de vapor permitió mejorar notablemente el lamentable estado de las carreteras en el siglo XIX y reducir en gran medida los desperfectos causados por los cascos de las caballerías. Un granjero llamado Thomas Aveling construyó en 1865 la primera apisonadora de vapor experimental. El modelo que presenta la ilustración fue realizado en 1867 por su compañía, la Aveling & Porter (que ahora se denomina Aveling & Barford y sigue fabricando maquinaria para la construcción de carreteras). Lo adquirió la ciudad de Liverpool y entró en servicio a pesar de que pesaba casi el doble de lo necesario. Tan sólo el depósito de agua tenía una capacidad de más de 2 m3. Con todo, esta voluminosa máquina podía girar en un radio igual a su longitud. Para dirigirla se usaba un volante de madera, muy similar al timón de un barco, según puede observarse en la ilustración.
De "Máquinas fantásticas" de Jean Rush y Ken Rush. Editorial RM, Barcelona, 1978.
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