lunes, 31 de diciembre de 2012

¡Feliz 2013!



¡Muy feliz 2013 para todos los seguidores de Teleexpress! En nuestro nombre y el de nuestra querida mascota, el vampirito Charby, les deseamos muchas feliciades y un año lleno de logros y satisfacciones personales para cada uno de ustedes.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Alumbrado público parisino I



Como otro de los servicios que más llama la atención de todos los que visitan la capital de Francia es el alumbrado público, hemos tratado de adquirir los datos necesarios para conocer, no solo su organización actual, sino sus antecedentes. La primera disposición relativa al alumbrado público de París, de que se tiene noticia, data del año 1318; fue dictada por Felipe V, y mandaba que durante la noche hubiese una candela encendida en la puerta del palacio de Chatelet, a fin de evitar los atentados que perpetraban los ladrones en la plaza en que estaba situada dicho palacio.

En 1558, un decreto del Parlamento, fecha 29 de agosto, prescribió la  colocación de linternas o faroles de tela encendidos en la esquina de cada calle; pero tan solo durante el invierno, y desde las diez de la noche hasta las cuatro de la mañana: pocos meses después estos faroles fueron sustituidos por otros con cristales.  El gasto del entretenimiento de este alumbrado debian satisfacerlo los vecinos, y el de instalación la Hacienda pública; como esta se hallase muy apurada, fue preciso vender todo el material adquirido, para pago de los obreros  y fabricantes que lo habían proporcionado. Treinta años después, se dictó una ordenanza de policía que obligaba a los vecinos a establecer reverberos en cada sección de cuartel.

Durante la administración del teniente de policía Mr. La Reynie, el alumbrado por reverberos llegó a establecerse hasta en los arrabales más excéntricos; pero no encendía sino desde 1º de noviembre hasta fin de febrero; y así continuó, hasta que un decreto del Parlamento de 1671 dispuso que la temporada en que debía lucir, se contase, desde 20 de octubre a 31 de marzo. El alumbrado de París fue durante los primeros años de su instalación, una carga comunal, existiendo notoria semejanza con lo que ha acontecido en Madrid; pues también allí fue redimida, en virtud de un decreto de 28 de enero de 1668 y edicto del mismo mes de 1704.

El primer paso verdaderamente notable que se dió en la cuestión del alumbrado público se debió a la inteligencia de Mr. de Sartine, teniente general de policía, que abrió un concurso, cuyo tema era la fijación de condiciones que debía reunir el mejor sistema. Celebrado, se adjudicó el primer premio a Mr. Lavoisier, que demostró, de una manera concluyente, que el alumbrado de las ciudades debía tener por base la multiplicidad de focos de luz de poca intensidad. Adoptado este principio, en el año 1774 contaba ya París con 8.000 faroles; que fueron reemplazados por reverberos, llegando el número de estos en 1780, a 1.200. Los datos que obran en la administración central del departamento del Sena, prueban que al quinto año existían 4.112 reverberos, y que la luz de cada uno costaba, por hora, seis dineros (0,025 francos); viniendo a resultar doble del precio moderno: en 1834 había 5.437 reverberos con 12.600 mecheros para alumbrar las calles, y cada mechero no costaba más que 0,01647 por hora.

En 1824 había aparecido ya el alumbrado por gas, y desde entonces se constituyeron muchas sociedades que se dedicaban a hacer ensayos de aplicación, limitándose a explorar pequeños perímetros en distintos sitios de la ciudad. Estos ensayos dieron favorables resultados, y en poco más de diez años, el alumbrado por gas fue adoptado como tipo normal en París; pues tanto la administración como los particulares no pudieron menos de comprender muy pronto, las ventajas que proporciona, por el aseo y mayor desarrollo del foco luminoso. Antes de 1855, las condiciones de fabricación, distribución y uso del gas, fueron objeto de reglamentos de policía; pero ninguno de ellos podía evitar el grave inconveniente que resultaba de que distintas compañías explotasen por separado una zona y vendiesen el gas a diferentes precios, tanto a la villa de París, com a los particulares.

Las gestiones de la administración lograron la fusión de las compañías existentes en una sola, bajo el nombre de Compañía parisien del alumbrado y calefacción por gas. En compensación del monopolio concedido a esta compañía, que por decreto de 23 de julio de 1855 vino a ser concesionaria, por término de cincuenta años, del derecho exclusivo de establecer y conservar tubos para la conducción del gas, se obligaba a la misma:

1º: A reducir el precio del fluído a 30 céntimos por metro cúbico para los particulares, y a 15 para los servicios públicos.

2º: A pagar un derecho anual de 200.000 francos por el arriendo del subsuelo de la vía pública, ocupado por sus conductos; y otro de dos céntimos por metro cúbico de gas consumido en París.

3º: A realizar la canalización en todas las vías públicas que la administración designara, y a desarrollar los elementos de su fábrica, de manera que fuesen satisfechas las necesidades del consumo.

4º: A partir conla villa los beneficios obtenidos que excedieran de la suma del 10 por 100 del capital de 55.000.000 de francos: esto solo había de tener lugar desde el 1º de enero de 1872.

Además, la administración se reservaba el derecho de trasladar y hasta de levantar, por cuenta de la empresa y sin indemnización de ningún género, los tubos conductores del gas, siempre que así lo exigiese el interés públic; de determinar la dirección y diámetro de dichos tubos; y de autorizar una canalización especial en el límite de 1.000 metros de longitud, para ensayos de nuevos sistemas de alumbrado.El contrato de 1855 rigió, sin inconveniente ni obstáculo alguno, hasta 1860, en que fue preciso pensar en su modificación, a fin de garantir el buen servicio de los habitantes del territorio anexionado a París, que pagaban el gas a un precio más elevado, proporcionándoles las ventajas obtenidas para los del antiguo casco. Con este objeto la compañía parisién, que era ya concesionaria de la mayor parte de las jurisdicciones agregadas, tuvo que adquirir las concesiones hechas a otras sociedades.

Ya en la obligación de la compañía general del alumbrado, de surtir a todas las zonas que comprendía el ensanche, se encontró con que las condiciones del contrato de 1855, eran perjudiciales por el gran capital que exigían los gastos de canalización en las vías públicas poco habitadas, y se resistió a emprender el alumbrado de dichas zonas, a menos de que se abriera una cuenta separada para los ingresos y gastos procedentes de ellas, liquidándose las pérdidas o beneficios, en detrimento de la ganancia de la villa. Consentía, sin embargo, la compañía en no reclamar hasta 1872 el reembolso de las pérdidas sufridas, que debían abonársele, con los intereses compuestos, a razón del 6 por 100. También se obligaba a no separar del principal de esta cuenta, el importe de su deuda, que se pagaría con cargo a los beneficios que obtuviera la villa a partir desde esta época; y a no reclamar nada en el caso de que aquella no obtuviese beneficios.

Como era preciso crear un nuevo capital, para atender al desarrollo que debía adquirir la fabricación de gas para surtir a la zona agregada, se autorizó una emisión que elevara el capital social de la compañía a 80.000.000 de francos; y se convino que el exceso del producto del 10 por 100, a contar desde el que debían repartirse los beneficios entre la villa y la compañía, se entendiera con relación a este nuevo capital, en lugar del primitivo de 55.000.000. Se comprende, al simple exámen de las condiciones enumeradas, que si bien la compañía parisién recibía ventajas, la villa las adquiría también muy positivas; pues aseguraba la realización de un aumento en sus ingresos, a causa de la percepción del derecho sobre el gas, impuesto a la compañía, y que contribuye a favorecer la conservación de las plantaciones. Tal era la situación a principios de 1869. En esta época la villa se encontraba en presencia de serias dificultades con la compañía parisién de alumbrado, a causa de la percepción de los dos céntimos sobre el gas consumido.

Por otra parte, el desarrollo de la red de canalización en la zona agregada había llegado a ser insuficiente, y los habitantes reclamaban el alumbrado por gas en gran número de vías que carecían de él. Añadíase a esto la situación, relativamente apurada, en que se encontraba la hacienda de la villa de París, como consecuencia de los capitales invertidos en las grandes obras de mejora llevadas a cabo; y todo hacía desear se anticipase el momento de dividir los beneficios con la compañía, lo cual no debía tener efecto, como hemos dicho, sino desde 1872. En un avance hecho por las oficinas de la administración local, se demostraba, que este beneficio desde 1869, hubiera producido cerca de 5.000.000 de francos para los fondos municipales.

En 7 de febrero de 1870, y bajo el imperio de estas diversas necesidades y aspiraciones, se concertó con la compañía parisién el contrato que rige actualmente. En él se mantiene el pago de los dos céntimos por metro cúbico de gas consumido; pero se ha quitado la facultad concedida a la compañía de redimir esta obligación, mediante el pago de los derechos de consumo sobre la hulla. De este modo, se encuentra la villa en posesión de un ingreso seguro, y al abrigo de las alteraciones que pudieran sobrevenir en las tarifas de dicho impuesto. También se regulariza por el nuevo contrato la percepción de los derechos de consumo sobre los subproductos de la fabricación del gas, bajo el punto de vista de los intereses de la villa. Pero lo más importante, es la modificación introducida respecto a la época en que la villa había de principiar a percibir los beneficios con la compañía, fijándose esta desde 1869, en vez de serlo desde 1872.

No obstante, atendiendo a las nuevas cargas que se imponen a la compañía, al anticipo de tres anualidades que concedió a la villa, y a la deuda de esta por el alumbrado de la nueva zona desde 1861 a 1872, el contrato de febrero de 1870 no obliga a la compañía a la participación de beneficios con la villa, sino a partir de un ingreso sobre el 10 por 100 por dividendo e intereses de las obligaciones, que se fijan en 12.400.000 francos hasta 1887; y en 11.400.000 francos, desde este año hasta el fin de la concesión.  Condiciones tan favorables a los intereses municipales, no podían menos de producir ventajosos resultados; así que en 1869, el presupuesto tuvo un ingreso de 5.000.000 de francos por la parte de beneficios correspondientes.

Los acontecimientos de 1870 y 1871 se hicieron sentir de modo notable, pues restringiendo la explotación creciente de la compañía parisién, resultó una disminución momentánea en las ventajas que se habían esperado. Por esto en 1870 se redujo la parte de beneficios de la villa a 1.350.000 francos, no percibiendo cantidad alguna en 1871. Desde 1872 ha vuelto a elevarse a 5.000.000 de francos; continuando en progresión, pues en 1874 se han obtenido 6.000.000; en 1875, 8.000.000; y 8.300.000 en 1876.

De la "Memoria sobre la administración municipal de París"; Imprenta y Litografía Municipal, Madrid, 1879.

viernes, 28 de diciembre de 2012

El Renacimiento del arte inglés



por Oscar Wilde

La conferencia sobre el Renacimiento del arte inglés fue dada por primera vez en el Chickering Hall, de Nueva York, el 9 de enero de 1882. Una parte de ella se reprodujo a la mañana siguiente en la New York Tribune, y a continuación por otros periódicos norteamericanos. Luego, esta parte se ha reimpreso más o menos exactamente en ediciones no autorizadas.Hay nada menos que cuatro copias originales de esta conferencia, y la más antigua es de puño y letra del autor. Las otras están copiadas con máquina de escribir, y contienen numerosas correcciones manuscritas del autor. Todas estas correcciones han sido tenidas en cuenta, y el texto así traducido contiene en lo posible la conferencia en su forma original.

Entre los numerosos beneficios que debemos a la suprema capacidad estética de Goethe, no hay que olvidar el que fué quien primero nos enseñó a definir la belleza en los términos más concretos posibles, quiero decir, a realizarla siempre en sus manifestaciones especiales. Por eso es por lo que, en la conferencia que tengo el honor de pronunciar ante vosotros, yo trataré de daros definiciones abstractas de la belleza -esas fórmulas universales que los filósofos del siglo XVIII buscaban- y menos de querer comunicaros lo incomunicable: la virtud por la cual tal cuadro o tal poema nos llena de una alegría única y especial; sino que quiero haceros notar las ideas generales que caracterizaron el gran renacimiento del arte inglés en este siglo, buscar sus fuentes en cuanto sea posible y calcular su porvenir, también en los posible.

Lo llamo nuestro renacimiento inglés, porque es en realidad un nacimiento nuevo del espíritu del hombre, como lo fué el gran Renacimiento italiano del siglo XVI, en su deseo de un modo de vida más gracioso y más sabio, en su afán de buscar nuevos asuntos de poesía y nuevas formas de arte, nuevos placeres intelectuales e imaginativos; y lo llamo nuestro movimiento romántico que, porque es nuestra reciente expresión de belleza. Se le ha descripto como un simple retorno a los moldes del pensamiento griego, y también como un retorno al sentimiento medieval. Yo diría más bien que a estas formas del espíritu humano ha agregado todo lo que de valor artístico ofrece la confusión, la complejidad y la experiencia de la vida moderna, tomando de la primera de aquellas edades su claridad de expresión y su calma sostenida, y de la segunda su variedad de expresión y el misterio de su visión. Porque, como dice Goethe, "¿qué es el estudio de lso antiguos sino una vuelta al mundo real?" Y Manzoni dice a su vez: "¿qué es el medioevalismo sino el individualismo?"

En realidad, de la unión del helenismo o en su extensión, su moralidad de intenciones, su tranquila posesión de la belleza, con el indiviualismo intenso, aventurero, el apasionado color romántico, de donde brotó el arte del siglo XIX en Inglaterra, de la misma manera que del matrimonio de Fausto y Elena de Troya nació el maravilloso niño Euforion. Expresiones tales como las de "clásico y romántico" están, en verdad, destinadas a no ser a menudo más que simples reclamos de escuelas. Debemos recordar que el arte no tiene más que una sola fórmula; no hay para el sino una ley única, la ley de la forma y la armonía; sin embargo, podemos decir que el espíritu clásico y el romántico se diferencian al menos en que uno se ocupa del tipo; el otro, de la excepción. En la obra producida por el espirítu romántico moderno no se trata de las verdades permanentes y esenciales de la vida: lo que el arte trata de reflejar es una situación momentánea, un aspecto pasajero.

En la escultura, el tipo de un espíritu, el sujeto, tiene más importancia que la situación; en pintura, el tipo del otro, la situación, tiene más importancia que el sujeto. Hay, pues, dos espíritus: el espíritu helénico y el espíritu romántico pueden ser considerados como constituyendo los elementos esenciales de nuestra tradición intelectual, de nuestro tipo permanente de gusto. En cuanto a sus orígenes, en arte como en política, no hay más que un origen para las revoluciones: el deseo experimentado por el hombre de una forma más noble de vida, de un método más libre y de una oportunidad de expresión. Sin embargo, creo que estimando el espíritu apasionado e intelectual que preside a nuestro renacimiento, todo intento de aislarlo del progreso, del movimiento y de la vida social del siglo que la ha producido, sería privarla de su verdadera vitalidad, y hasta posiblemente equivocarse sobre su verdadera significación. Y entresacando de las inquietudes y pasiones del mundo moderno las que tienen que ver con el amor y con el arte, debemos tener en cuenta numerosos y grandes acontecimientos históricos que parecen ser totalmente opuestos a tal sentimiento artístico.

Fragmento de "El Renacimiento del arte inglés" de Oscar Wilde; Editorial Littere, Buenos Aires, 1945.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Radiomensaje de Navidad de Eva Perón (1951)



"…Esta noche hacemos una tregua de amor en el camino de nuestras luchas y de nuestros afanes y sólo pensamos en las cosas buenas y bellas que nos ha regalado la vida en el año que se acaba hundiéndose ya como un cometa en el horizonte de la eternidad, dejándonos una estela de recuerdos en el alma...

No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad...

Y por fin, yo me permito reunir simbólicamente la copa con que brinda cada uno de ustedes con mi propia copa, que contiene la misma sidra humilde, con la misma sencillez de nuestro corazón. Levanto al cielo con ella los deseos, los sueños y las esperanzas de todos, para que en esta noche prodigiosa el amor infinito los toque con la vara de sus milagros y los convierta en realidad."

EVA  PERÓN

Difundido por LRA, Radio Nacional de Buenos Aires, diciembre  24 de 1951

sábado, 22 de diciembre de 2012

Aspiraciones del Tercer Mundo


Libertados de la desconfianza y del miedo y dando pruebas de su buena voluntad mutua, las naciones deberían ser tolerantes, vivir en paz en un espíritu de buena vecindad y desarrollar una cooperación amistosa, acorde con los siguientes principios:

1º) Respeto de los derechos humanos fundamentales según el propósito y los principios de la Carta de las Naciones Unidas.

2º) Respeto de la soberanía e integridad territorial de todas las naciones.

3º) Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y de la igualdad de todas las naciones, pequeñas y grandes.

4º) No intervención y no-ingerencia en los asuntos internos de otros países.

5º) Respeto al derecho de cada nación a defenderse individual o colectivamente, conforme a la Carta de las Naciones Unidas.

6º) Abstención de recurrir a acuerdos de defensa mutua destinados a servir a los intereses particulares de las grandes potencias, sean cuales sean.

7º) Abstención de actos o de amenazas e agresión, o del empleo de la fuerza, contra la integridad territorial o la independencia política de un país.

8º) Abstención del ejercicio de presiones entre cualquier potencia.

9º) Solución de todos los conflictos internacionales por medios pacíficos, tales como negociaciones o conciliación, arbitraje o solución ante tribunales, así como cualquier otro medio pacifico que pudieran elegir los países interesados, conforme a la Carta de las Naciones Unidas.

10º) Fomento de los intereses comunes y de la cooperación.

11º) Respeto a la justicia y a las obligaciones internacionales.

Declaraciones de la Conferencia de Bandung, 1955.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Estereofonía


La estereofonía es un procedimiento de reproducción sonora que además de dar las características fundamentales del sonido además de dar las características fundamentales del sonido (altura, timbre e intensidad) da el volumen y la localización del agente productor del sonido, o sea, la sensación de perspectiva.

Del "Diccionario de la música" de Manuel Valls Gorina; Alianza Editorial, Madrid, 1991. 

martes, 18 de diciembre de 2012

La serenidad de Rodó

José Enrique Rodó (1871-1917)

Una de las características de José Enrique Rodó es la serenidad. Improvisada o pulida, comentarista o consejera, alentadora o severa, descriptiva y exacta como una figura geométrica o graciosa y ondulante como un rizo de espuma sobre el mar; en el discurso político, en el ensayo histórico, en la parábola literaria, en el pensamiento filosófico, en el juicio bibliográfico, en el comentario internacional, ¡en la polémica misma!, en la página destinada a pasar y en el libro destinado a quedar, siempre, en todos los estilos y en todas las ocasiones, la prosa de Rodó es serena y eurítmica, como tallada en mármol.

Alguna vez he hecho la prueba de leer páginas suyas de diversa índole en voz alta, y siempre he tenido que dar a mi dicción el ritmo lento y augusto de la solemnidad. Su misma persona, por lo menos fuera de la intimidad, tenía igual carácter que su prosa, y era algo físico lo que nos obligaba a descubrirnos respetuosamente ante él en el encuentro cotidiano de la calle o el café. De esa serenidad de nuestro gran escritor, algún periodista ha querido hacer un defecto, el de la frialdad. Hablemos de ello. Discutir a los grandes hombres no es un sacrilegio, si se hace con sinceridad.

La serenidad es un atributo de superioridad intelectual. Para llegar a ella, es menester dominar todas las reacciones sonoras de la emotividad, poner sordina a las sensaciones, tamizar la luz, disminuir la risa hasta la sonrisa, tener el don de pianísimo y del matiz. El hombre primitivo es un matraz de emociones y las manifestaciones sin control, expresivamente casi con explosiones. Examinad el público de un teatro, y veréis que las incidencias de la pieza que se representa se reflejan solamente en los rostros de las galerías. Los espectadores, más cultos dominan sus músculos expresivos, aunque sientan apretada su garganta por la ola casi angustiosa de la emoción.

Para alguna escuela psicológica, la emoción misma pasa al campo de la patología, no precisamente como fenómeno anormal, sino como un eco exagerado de una mentalidad ineducada, como un "choque de inadaptación", para emplear el término de Alberto Deschamps. Este mismo autor, al estudiar la emotividad exagerada de los asténicos, dice textualmente: "Desde la infancia de la humanidad, se cree en la necesidad de exteriorizar el dolor o la alegría por manifestaciones viscerales o motrices perfectamente inútiles. Los estoicos conocían bien esta nulidad, pero la humanidad lo ignora, y el Conservatorio nacional de declamación da a sus discípulos una escuela en que pensamientos exactos ("justes") se expresan por gestos casi siempre ridículos y desprovistos de sentido psíquico".

He subrayado la frase que contiene la psicología de la serenidad. Como la musculatura lisa del rostro y el sistema de vaso-motor en lo físico, el lenguaje es en lo intelectual el reflejo de un estado psíquico. Quien no se sienta agitado por la perturbación de una reacción emotiva no puede, sin ser un cómico de mala escuela, exteriorizar emoción alguna. ¿Es ésto indiferencia o frialdad?... ¡Ah, no! Quien escribiera "Neutralidad imposible" al día siguiente de la invasión de Bélgica por Alemania o vivía en la Atenas de Pericles, vivía en el mundo nuestro y sentía el fervor de la humanidad.

Rodó tenía, como los grandes maestros de la serenidad -Epícuro, Marco Aurelio- el culto del hombre, y todas sus obras tienden a su superiorización; pero como tenía el pensamiento "justo" de los filósofos no podía tener emociones de primitivo. El no era orador ni político, dos cosas que obligan a los hombres a exagerar, porque pocas veces se dirigen a la razón y casi siempre al sentimiento; no era siquiera poeta (otro tipo intelectual de "primitivo"): él era pensador y artista, dos cosas que obligan a la sobriedad, a la simetría, a la línea, en fin. "Hay que ser ridículo y nuevo -dice Marco Aurelio en uno de sus pensamientos-, para encontrar asombroso cualquier acontecimiento de la vida!"

Rodó tuvo ese dominio majestuoso de la emotividad, lo cual no le impidió proclamar el desinterés, el entusiasmo, el amor, la voluntad, todos los númenes nobles de la actividad humana. Pero todo lo hizo serenamente, como maestro, "sin asombrarse". ¿Qué ésto dañó su éxito da cantidad?... Es probable, pero aunque el lenguaje de Rodó no sea de los que arrebatan a las multitudes, ni de los que conquistan aplausos, la gloria que lo acarició en vida y que lo hará perdurar, demuestra que fue comprendido. Es que la serenidad no es obstáculo para la persuasión, y yo no encuentro en ningún cálido imaginativo de América tanto fervor por la superiorización de la juventud americana como en el autor de "Ariel".

Pienso, pues, que clasificar de frialdad la serenidad olímpica de Rodó es cometer un impiedad, en el sentido epicureísta del término. Porque para Epícuro, no es impío "el que destierra a los dioses del vulgo, sino el que presta a los dioses las opiniones del vulgo".

Santín Carlos Rossi

Del "Homenaje a José Enrique Rodó": publicación de la revista "Ariel"; editor Maximino García, Montevideo, 1920.