sábado, 30 de junio de 2012

La imagen de los dioses


Los etíopes dicen de sus dioses que son de nariz roma y tez oscura, y los tracios de los suyos que son de ojos azules y cabellos rojos. Si los bueyes y caballos tuvieran manos y quisieran dibujar o producir obras de arte como los hombres, los caballos dibujarían a sus dioses como caballos, y los bueyes como bueyes, y esculpirían sus cuerpos divinos conforme al modelo de los suyos propios.

Jenófanes

El texto según Diehl, E.: "Antología Lírica", I (Leipzig 1922, Teubner) págs. 58-9.

Mahoma y el Islam

La Kaaba es la piedra sagrada que los musulmanes adoran en La Meca.

A principios del siglo VII apareció un movimiento religioso en los márgenes de los grandes imperios, el de los bizantinos y el de los sasánidas, que dominaban la mitad occidental del mundo. En La Meca, ciudad de Arabia occidental, Mahoma comenzó a convocar a los hombres y las mujeres; pregonaba la reforma moral y la sumisión a la voluntad de Dios según se manifestaba en lo que él y sus partidarios aceptaban como mensaje divino revelado al propio Mahoma y que después se había reflejado en un libro, El Corán.

En nombre de la nueva religión, el Islam, los ejércitos reclutados entre los habitantes de Arabia conquistaron los países circundantes y fundaron un nuevo imperio, el Califato, que incluyó gran parte del territorio del Imperio Bizantino y toda el área del sasánida, y se extendió desde Asia Central hasta España. El centro del poder se trasladó de Arabia a Damasco, en Siria, con los califas Omeyas, y después a Bagdad, en Irak, con los Abasíes.

Hacia el siglo X, el Califato estaba desintegrándose, y aparecieron califatos rivales en Egipto y España, pero se mantuvo la unidad social y cultural que se había formado en su seno. Gran parte de la población se había convertido en musulmana (es decir, se había adherido a la religión del Islam), aunque pervivían grupos de judíos, de cristianos y de otras comunidades; la lengua de los árabes se había extendido, y se convirtió en el vehículo de una cultura que incorporaba elementos de las tradiciones de los pueblos asimilados al mundo musulmán y se expresaba en la literatura y en sistemas jurídicos, teológicos y espirituales.

Inmersas en diferentes ámbitos físicos, las sociedades musulmanas desarrollaron instituciones y formas específicas; los nexos establecidos entre los países de la cuenca del Mediterráneo y los de alrededor del océano Índico crearon un sistema comercial único y promovieron cambios en la agricultura y los oficios, de manera que establecieron las bases del crecimiento de las grandes ciudades con una civilización urbana que se expresaba en construcciones de un estilo islámico carácterístico.

De “La Historia de los Árabes” de Albert Hourani; Editorial Crítica, Buenos Aires, 2003.

domingo, 24 de junio de 2012

El teléfono, elemento mágico


por Isidro Mas de Ayala

Ya nadie ignora que los objetos que nos rodean están dominados de espíritu y de intenciones a igual que los seres animados. Esta magia de los objetos es más manifiesta en algunos de ellos, por ejemplo, en los espejos, los cascabeles, los paraguas, los guantes usados, las ropas viejas y en el teléfono. Sí, en el teléfono.

El teléfono es un periscopio que asoma dentro de nuestra casa. Y por el cual salen de continuo, y se instalan junto a nosotros –así estemos en la habitación más cerrada del más alto apartamento- personas que vienen con un problema o en busca de algo que necesiten. Nunca llega la persona feliz, porque una persona es feliz porque no necesita nada. Lo más a menudo, sale por el tubo de ebonita el indiscreto, el pedigüeño, el inoportuno. Siempre tiene una dificultad, padece un disgusto o le falta algo. Rara vez para invitarnos a bodas.

Pequeño monstruo implacable, sólo dotado de un tímpano y una laringe terrible, el teléfono nos mira fríamente con sus diez ojos numerados, buscando el sitio donde nos herirá con la noticia incómoda, nos deprimirá con la pena o excitará nuestros nervios con la espera, el disgusto o el temor. Chimenea que llevamos hasta nuestro escritorio o nuestra cama, y por la cual saldrá el humo audible de otros escritorios y de otras camas. Icono laico donde se cuelga a menudo nuestra esperanza, se arrodilla nuestro ruego o vibra la protesta airada. Reservado confidente de nuestras mentiras, cómplice de nuestros disimulos, testigo discreto del miedo y la derrota. ¡Teléfonos!

Caños de la escopeta en manos de la persona desocupada que os ha elegido de blanco para su entretenimiento y a quien disparar proyectiles verbales al oído, le resulta más cómodo y económico que ir a la feria de diversiones a tirar pelotazos al negro que cae dentro de la pileta. Amenazante bulldog de fuerte cabeza y muy cortas patas y de tan terrible poder que debemos tener siempre atado a una pared. Cabeza dotada sólo de oído y garganta y que presume de virtuosa, pues como no tiene cuerpo no tienen instintos; y admoniza luego como una reseca vieja sufragista. ¡Teléfonos!

Cuando deseo estar solo un rato o me retiro a descansar, al pasar junto al teléfono miro sus diez ojos numerados pidiéndole piedad, y toda mi actitud debe ser de imploración. Como si de tal artefacto pudiera salir de pronto un león, una serpiente monstruosa, una araña descomunal, o algo peor todavía: un tonto.

Porque el teléfono es la punta de lanza del latero ocioso quien, cada vez que se le ocurre, entrará en vuestra casa a través de esa chimenea-periscopio y se sentará a vuestro lado cuando os disponíais a trabajar. Es el helicóptero de los cobradores, la barcaza de desembarco de los vendedores de heladeras y números para las rifas, a quienes habíais esquivado con éxito en la calle y en la oficina, pero que os darán la captura cuando os creíais a salvo en la intimidad.

Aspirador eléctrico que se enchufa en tu oído, irá a sacarte así te refugies en la más alta torre de marfil, te pierdas en el dédalo da las ciudades o te abroqueles en un castillo rodeado de fosos. Aunque te sumerjas en el agua o asciendas en el aire irá a sacarte. E irá a sacarte, así te escondas en la celda de un monasterio o, solitario, te encuentres como Robinson en una isla, pues ya todas las islas del planeta tienen teléfono. Y tu cabeza, tu corazón y tu cartera ya no podrán estar más a salvo en parte alguna.

Aspid de larga cola que asoma dentro de tu casa su chata cabeza de crótalo. Vehículo transmisor y no detetizable de las epidemias de calumnias de los microbios de la intriga y del verdadero virus de la verdadera rabia. El aparato de teléfono sería perfecto si quien escucha pudiera apretando un botón, hacer salir del otro lado, junto a la persona que habla, un guante de box o un zapato de fútbol. Todos pagaríamos –esta vez, sin protesta- tal suplemento.

Hace 40 años, poco después de la invención del gramófono, dábamos una moneda para poder ponernos unos auriculares que nos hacían oír el aria de “Tosca”, la Marcha de Garibaldi y el Danubio Azul. Ahora, en el teléfono automático, ponemos una moneda y escuchamos la voz conocida de un pariente que nos hace un encargo. ¡Es vertiginoso lo que progresamos!

La intimidad, la dulce y callada intimidad, tan fecunda para las ciencias, las artes y el placer de vivir, ha huido, con un vuelo de palomas asustadas, herida por los timbres telefónicos. Retraimiento solitario, apacible retiro, dulce néctar de la soledad nemerosa. ¡Oh Fabio!

El teléfono es el enemigo N° 1 del hombre hasta por las ventajas que procura. Te habrá pasado repetidas veces esto: Te levantas temprano, te afeitas, te vistes decorosamente y concurres a una oficina, una boletería o un ministerio a formular una demanda. Llegas, al fin, junto a la persona buscada y cuando vas a iniciar tu gestión suena el teléfono que es atendido de inmediato. Otra persona, sin moverse de su casa, quizá sin afeitarse ni vestirse ni bañarse –lo imaginamos siempre barbudo y en pantuflas- con el teléfono te gana de mano y tiene prioridad en su llamada y es atendido antes que tú que has concurrido, no sólo con la voz, sin con toda tu persona, traje incluso. Y así te sacan las mejores localidades, pierdes la oportunidad buscada y también algo irreparable: el tiempo.

A pesar de nuestra docilidad cada vez mayor para aceptar costumbres sociales que no aprobamos, no hemos podido todavía silenciar nuestra rebeldía frente a esa prioridad injusta lograda por el teléfono y estamos tentados de concurrir a tales gestiones provistos de un pequeño timbre que suene incómodo como un teléfono.

Periscopio, chimenea, aspirador, bulldog, ruido con prioridad: son aluna de las tantas ventajas del teléfono que, sin duda, han ido descubriendo progresivamente los diversos directores de UTE, lo que explica los sucesivos aumentos de las tarifas. Después de lo que dejamos escrito, no podemos estar en desacuerdo con tales aumentos. Pero nada costaría que los cobradores explicaran todo lo que dejamos dicho a los clientes cuando éstos, frente a las nuevas tarifas protestan, gimen o se retuercen.


De “Montevideo y su Cerro” de Isidro Más de Ayala: Galería Libertad, Montevideo, 1960.

jueves, 21 de junio de 2012

El Estadio


Por Eduardo Galeano

Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. En Wembley suena todavía el griterío del Mundial del 66, que ganó Inglaterra, pero aguzando el oído puede usted escuchar gemidos que vienen del 53, cuando los húngaros golearon a la selección inglesa. El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del fútbol uruguayo.Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el Mundial del 50. En la Bombonera de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. Desde las profundidades del estadio Azteca, resuenan los ecos de los cánticos ceremoniales del antiguo juego mexicano de pelota. Habla en catalán el cemento del Camp Nou, en Barcelona, y en euskera conversan las gradas de San Mamés, en Bilbao. En Milán, el fantasma de Giuseppe Meazza mete goles que hacen vibrar al estadio que lleva su nombre. La final del Mundial del 74, que ganó Alemania, se juega día tras día y noche tras noche en el Estadio Olímpico de Munich. El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir.


Este texto fue extraído del libro “El fútbol a sol y sombra”

miércoles, 20 de junio de 2012

El palacio de Khorsabad


Notable era el palacio de Khorsabad, residencia de Sargón, construido en las afueras de Nínive sobre una colina artificial de seis a siete metros de altura. "Este palacio, dice Fernández Valbuena, superaba en lujo a todos los de los reyes asirios. La puerta principal hallábase adornada a uno y otro lado con estatuas de toros alados colosales con cabeza humana; asímismo los pórticos y vestíbulos de los grandes salones estaban adornados con estatuas gigantes de toros y leones alados, de monstruos y de genios con cabeza humana; y las paredes, así interiores como exteriores, estaban recubiertas de esculturas y bajorrelieves que representaban una infinidad de escenas grandiosas: batallas, asaltos, triunfos, recibimiento de prisioneros, de tributos, de embajadores; como también ofrecimiento de sacrificios, cacerías, paisajes y otras escenas de la vida real.

En las cámaras principales y en los grandes salones, el mayor de los cuales tenía 33 metros de largo por 9 de ancho, los bajorrelieves corrían  a lo largo de las paredes, divididos en dos fajas paralelas que a su vez lo estaban por un intervalo de 50 centímetros de ancho que seguía sin interrupción por las cuatro paredes de la sala y algunas veces continuaba por las contiguas, y en donde estaban escritas las inscripciones mandadas hacer por el rey, divididas en columnas y formando una lección continuada desde el principio al fin.

Estas inscripciones, lo mismo que los bajorrelieves, eran de lastrón calcáreo, y sobre la faja superior del lastrón antes de llegar al artesonado había como un friso de ladrillos esmaltados de varios colores, con diseños de follajes y figuras caprichosas de variadísimos formas, que coronaba dignamente la ornamentación de los salones."


Del "Manual de la Séptima Clase"; Luis Gili editor, Barcelona, 1928.

lunes, 18 de junio de 2012

El aumento del consumo mundial



Desde la Era del Vapor, alrededor de 1750, hasta la fecha, la población del mundo se ha elevado a más del triple: de 660.000.000 a 2.100.000.000. Tan extraordinario aumento en solo seis generaciones, se explica por los rápidos adelantos que alcanzó en ese período la unificación económica universal.

Así pues, gran número de nosotros existimos y podemos continuar existiendo gracias a la vasta estructura creada por la evolución de la sociedad humana. Si la infinita diversidad de artículos que produce la industria de cada nación hubiese de que quedar encerrada mañana dentro de sus fronteras, decenas de millones de hombres perecerían de hambre; centenares de millones más se verían reducidos a la miseria.

Las mercancías son viajeros que recorren todo el mundo. De los Estados Unidos, por ejemplo, salen víveres que se consumen en muchos países, películas que proporcionan esparcimiento, algodón que se convierte en ropas, tabaco que sirve de solaz, petróleo que alimenta las máquinas, y en proporción mayor que cualquier otra cosa, las máquinas mismas.

Con esa corriente de exportaciones norteamericanas se cruzan las de importación: azúcar, cacao, café, plátanos, especias, un centenar de otros frutos comestibles; caucho de las Indias Orientales; estaño, tanto de éstas como de Bolivia; pieles de Rusia, maderas y pulpa del Canadá; metales y minerales que todos los puntos del globo llegan a abastecer a los incontables industrias norteamericanas; seda del Japón, lino de Irlanda, artículos de lujo de Europa.

Inconcebible, tanto en cantidad como en variedad, es lo que en todas las naciones contemporáneas se produce, no para el propio consumo, sino para que lo que consuman fuera de su territorio.


De un folletín del Servicio de Informaciones de los Estados Unidos de América de diciembre de 1945.

viernes, 15 de junio de 2012

La reforma escolar de José Pedro Varela

JOSÉ PEDRO VARELA 
(1845-1879)
Reformador de la escuela uruguaya

El aspecto más importante de la gestión educacional del gobierno del Cnel. Lorenzo Latorre y uno de los más trascendentes de este período fue la reforma escolar. Su realizador fue José Pedro Varela, quien a pesar de sus orígenes principistas aceptó colaborar con el dictador como medio de llevar a la práctica sus ideas en materia de educación.

Los principios rectores del pensamiento reformista de Varela fueron los de gratuidad, obligatoriedad y y laicidad de la escuela. En 1876, habiendo sido designado Director de Instrucción Primaria, inició las actuaciones previas que conducirían a la Reforma Escolar. Después de realizados los primeros trabajos, presentó al gobierno un proyecto de ley de educación común cuyo contenido fundamental era el siguiente:

- Creación de una Comisión Nacional de Educación con el cometido de administrar la escuela normal, adoptar los textos de enseñanza, crear bibliotecas escolares y examinar a los aspirantes al título de maestro.

- Creación de los cargos de Inspector Nacional de Educación y de Tesorero Nacional de Educación; así como una Comisión Departamental de Educación y un Inspector Departamental en cada cabeza de departamento, y Comisiones de Distrito en las secciones de los departamentos.

- Obligación de dar en todas las escuelas por lo menos un curso completo de lectura, escritura, ortografía, composición, aritmética, principios generales de moral y religión natural, elementos de Historia Nacional, Constitución de la República, fisiología e higiene  ejercicios físicos o gimnásticos de salón.

- Establecimiento de la enseñanza religiosa, fuera del horario de clase y sin carácter obligatorio.

- Horario de cuatro horas diarias para los menores de ochos años y de seis horas para los demás.

- Gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza, haciéndose responsables de las omisiones a los padres o tutores de los niños.

- Creación de una escuela normal, bibliotecas populares y escolares en todos los distritos.

- Adjudicación de rentas permanentes para financiar el presupuesto escolar.

Sobre la base del proyecto de Varela, al cual se le hicieron algunas modificaciones, se aprobó el 24 de agosto de 1877 el Decreto Ley de Educación Común. Las modificaciones más importantes fueron la obligatoriedad de la enseñanza religiosa (con excepción de los alumnos que profesaran otras religiones)  y la eliminación de las facultades especiales (nombramiento y destitución de maestros) que el proyecto otorgaba a las comisiones de distrito.

En el mismo decreto José Pedro Varela fue designado primer Inspector Nacional de Instrucción Primaria, y desde ese cargo impulsó vigorosamente la obra reformista hasta el momento de su muerte ocurrida el 24 de octubre de 1879.


De "Historia del Uruguay y de América" (Tomo II: Vida Independiente) de Alfredo Traversoni; Editoria Kapelusz, Montevideo, 1963.

miércoles, 6 de junio de 2012

Que es el Internacionalismo


El internacionalismo es el sentimiento internacional en general, como opuesto al nacionalismo. El internacionalismo no aspira a que se evaporen las diferencias nacionales (inter nationes, lat. entre los pueblos, presupone que éstos sigan existiendo), sino a que haya confianza y respeto mutuo entre los pueblos , sobre la base de la justicia y de la igualdad de derechos. Figura entre los principios básicos del socialismo, del pacifismo y, por supuesto, también del cristianismo. En la práctica, y hasta el momento, casi siempre sucumbió ante las exigencias del nacionalismo. 



Del "Diccionario de Política Mundial" de Walter Theimer; Miguel A. Collia editor, Buenos Aires, 1958.

lunes, 4 de junio de 2012

Los grandes canales

El vapor Ancón inaugurando oficialmente el Canal de Panamá el 15 de julio de 1914.

La conveniencia de acortar los viajes por razones de tiempo y economía, ha hecho emprender obras tan costosas como son los canales que ponen en comunicación a dos mares rompiendo el istmo que los separaba. Hoy existen cuatro de esta clase: el de Suez, el de Kiel, el de Corinto y el de Panamá.

El canal de Suez, debido a la perseverancia del ingeniero francés Fernando de Lesseps, quien hubo de vencer las vacilaciones del público, la malquerencia del extranjero y aún dificultades financieras, se empezó a construir en 1859 y se inauguró en 1869. Posteriormente nuevos dragados han aumentado su profundidad, de acuerdo con las necesidades de la navegación moderna. Su longitud es de 169 kilómetros, su anchura al nivel del agua de 70 a 110 metros, su profundidad de 9 a 9 y medio metros.

El movimiento marítimo de este canal es de gran importancia: millares de buques al año, que se dirigen en su mayoría a la India y al extremo Oriente, hacen su travesía por esa importante vía de comunicación, abandonando la antigua del sur de África.

El canal de Kiel, inaugurado en 1895, se construyó por motivos no sólo económicos, sino estratégicos: corta por el sur la península de Jutlandia, y gracias a él los buques de guerra alemanes pueden pasar del Báltico al Mar del Norte, sin preocuparse de los estrechos daneses.

El canal de Corinto, cuya construcción se llevó a cabo de 1892 a 1893, aísla la península de Morea, evitando su rodeo a los buques que viajan entre el Mar Jónico y el Egeo.

Actualmente los norteamericanos, continuando la empresa en que fracasó ruidosamente una compañía francesa, dirigida por el mismo Lesseps, que el primero que intentó realizar el pensamiento, han dado término a la apertura del canal de Panamá, que permitirá el paso de los buques desde el Mar de las Antillas al Pacífico, favoreciendo los intereses de todas las regiones bañadas por el océano que descubrió el célebre navegante español Vasco Núñez de Balboa.

En virtud de un tratado que celebró la naciente república de Panamá con los Estados Unidos, la arteria principal, que forma la zona del canal interoceánico, pertenece a esta última nación, inclusive los dos puertos extremos de Ancón, junto a Panamá, y Cristóbal, contiguo a Colón.

El canal de Panamá, la obra más grandiosa y útil de los tiempos modernos, abierto bajo un clima mortífero, en terreno montañoso, erizado de rocas abruptas, mide 75 kilómetros de largo. Para su construcción ha sido necesario extraer más de 10 millones de metros cúbicos de tierra y piedra.

Una nave española, como demostración a la nación que más sacrificios hizo por la civilización de América, será la primera en surcarlo en la próxima inauguración oficial. 

Por último, actualmente se construyó por los alemanes la vía interna más importante del mundo, que une el Rin al Danubio por medio de río Maine, es decir, un canal a través de Europa, de una importancia comercial incalculable.


De "Lecturas Complementarias para las Escuelas Urbanas" por Joaquín Mestre; Imprenta de Dornalache Hermanos, Montevideo, 1927.

sábado, 2 de junio de 2012

Psicofisiología del hambre


¿Qué es el hambre? Parece fácil para la introspección definir el hambre. Es la sensación consciente de la necesidad de alimento. Sin embargo, esta definición requiere un comentario que revela sus límites. ¿Qué es, en realidad, esta "necesidad de alimento"? Enfocada desde la fisiología, parece difícil admitir que al cabo de una jornada de ayuno, por ejemplo, tengamos realmente necesidad de alimento. Las reservas orgánicas están dispuestas de tal manera, que es posible sobrevivir durante mucho tiempo sin comer y sin que economía fisiológica esté limitada por ello. A la larga, el estado de inanición provoca trastornos fisiológicos importantes: paralización del crecimiento en el sujeto joven, adelgazamiento, extenuación y al cabo, muerte. No obstante, el hambre se hizo presente mucho antes de los primeros trastorno. Otras dificultades surgen cuando debemos definir la "necesidad" del organismo. La observación del régimen alimentario, en sujetos que aparentan buena salud, capaces de una actividad "normal", permite evaluar esta "necesidad".

Estamos obligados a señalar el carácter vago de la expresión "en buen estado de salud". ¿Qué se entiende por salud? ¿Un cierto grado de euforia? ¿La ausencia de enfermedades? ¿El vigor físico y la resistencia? ¿La longevidad? La elección es difícil y para obtener una  buena definición habrá que incluir todos esos elementos. Llegamos a concebir la posibilidad de distintos niveles en cuanto al estado de salud. Asimismo, es imposible definir una actividad óptima. Nos hemos contentado con precisar las necesidades fisiológicas del hombre en condiciones bien definidas de esfuerzo físico. El Comité de Expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ha precisado que un hombre de 25 años, radicado en una zona templada, que pese 65 kg, y en una actividad profesional equivalente a la del hortelano o del camionero, necesita 3.200 calorías diarias.

Debemos señalar que estas evaluaciones han sido obtenidas como estimaciones medias. Aunque definidas con las correcciones precedentes, las necesidades nutritivas varían en extremo de un individuo al otro, y nada nos permite calcularlas. Por otra parte, las investigaciones alimentarias a largo plazo han mostrado que los sujetos ingieren espontáneamente cantidades muy variadas de alimento de un día a otro, y aún de una a otra semana. Estas comprobaciones muestran lo frágil de la noción de necesidad energética en el estado actual de nuestros conocimientos. Las mismas críticas, más severas aún, deben hacerse respecto de la necesidad de proteínas, de minerales o de vitaminas. Por lo que hemos visto, no es simple el nexo que liga el hambre con la necesidad de alimentarla. Además, en el hombre y aún en el animal, cuyo alimento no está limitado, el comportamiento alimentario  está muy parcialmente ligado a la necesidad. El apetito es lo que provoca la ingestión de alimentos (IVY); resulta de una especie de condicionamiento del hambre. Las experiencias anteriores de hambre y saciedad han dejado algunas trazas afectivas. El aspecto de ciertos alimentos, su olor, su gusto, evocan un recuerdo agradable y, en consecuencia, pueden despertar el apetito.

No se debe subestimar la importancia del condicionamiento en el tiempo. En nuestras civilizaciones occidentales el niño está habituado desde su más tierna edad a comer en hora fija, y esa costumbre persistirá en el adulto. El apetito también tiende a establecerse de manera cíclica fuera de toda necesidad fisiológica urgente. Las cosas se complican aún porque en el hombre, y también en el animal, comer es un acto social. El apetito es más intenso cuando la comida se toma en compañía que cuando lo hace el individuo aislado. Las raíces de este fenómeno son muy profundas, sin duda, pues es posible hacer la misma comprobación en las ratas de laboratorio, que consumen más si sin son varias las que comparten el alimento. Este defecto de grupo disminuye si se trata de más de cinco individuos.

Estas correcciones no excluyen, absolutamente, la visible relación entre hambre y necesidad fisiológica de alimento; la sensación de hambre provoca la ingestión del mismo en los seres vivos, y debe admitirse que es un reflejo de la necesidad cualitativa y cuantitativa del organismo pues, si no fuera así, la Tierra estaría despoblada desde hace mucho tiempo. Demasiado bien sabemos, por la patología humana o animal, que las perversiones del apetito pueden ser mortales. La supervivencia de las especies es, por lo tanto, una prueba de la realidad de este mecanismo.

Dentro de límites difíciles de precisar, lamentablemente, el hambre puede ser considerada como la manifestación sensorial de la necesidad fisiológica. En relación con esto constituye un mecanismo homeostático como los del sueño, la respiración o la emoción inclusive. Con una concepción finalista se podría decir que tiene por objeto asegurar la constancia del equilibrio entre las pérdidas y ganancias de energía y los diferentes elementos constitutivos del organismo. Pero puede ser más provechoso definir el hambre por sus efectos subjetivos y objetivos más inmediatos.La sensación de hambre en el hombre es, subjetivamente, una impresión de malestar, lo que no ocurre con el apetito. En parte consiste en un dolor epigástrico que produce una impresión de vacío. Puede ir acompañada de angustia, abatimiento, somnolencia. Pero es preferible disponer de criterios objetivos y, en lo posible, cuantitativos. Éstos son los únicos utilizables en el animal.

En 1911, Cannon y Wahburn hicieron notar que cuando un sujeto experimenta una sensación de hambre se producen simultáneamente contracciones gástricas; además algunas personas experimentan subjetivamente una sensación de "calambres en el estómago" cuando tienen hambre. La realidad de esas contracciones puede controlarse radiológicamente, y medírsela por el registro de las indicaciones transmitidas mediante un globo inflado en el estómago, que actúa como manómetro. Hambre y apetito provocan, también, la secreción de las glándulas gástricas.

Los otros criterios sobre lo que es el hambre corresponden a las modificaciones del comportamiento. Tanto el animal como el hombre hambrientos presentan un aumento general de la actividad somática. Esta agitación existe aún fuera de toda actitud de búsqueda. Sobreviene al mismo tiempo que las contracciones gástricas o las precede (RICHTER). Cesa desde que el animal comenza a comer.

El índice principal del hambre es, con toda evidencia, el comportamiento de búsqueda del alimento. Puede medirse indirectamente. Con ese objeto se ha utilizado la actividad motriz en dirección del alimento, la capacidad de vencer un obstáculo que impide el acceso al mismo, su rapidez de ingestión. En las experiencias de aprendizaje es necesario motivar la acción del animal o, en otros términos, castigarlo o recompensarlo. En la inmensa mayoría de los casos la recompensa es alimentaria. La rapidez del aprendizaje es una medida indirecta de la intensidad de la motivación, y ha sido utilizada como una medida del apetito.

El modo más simple y más utilizado de evaluación en cuanto a intensidad del hambre es, sin duda, el peso de la cantidad de alimentos consumidos. Cuando más come el animal, más hambre tiene. como porque tiene hambre. Es, en realidad, una de las maneras más corrientes y cómodas de definirla. Pero, como lo señala J. LE MAGNEN, "en esta noción del hambre así concebida y definida hay una tautología y una dificultad metodológica. Los mismos problemas vuelven a ser planteados cuando se aborda el estudio de la saciedad, que no sólo entraña una pausa en la sensación del hambre sino también una cierta repulsión momentánea por el alimento. Subjetivamente, la saciedad se acompaña de euforia.


De "El Hambre" por René Masseyeff; III edición, EUDEBA, Buenos Aires, 1968.