sábado, 25 de mayo de 2013

Primer Manifiesto Surrealista (1924)


por André Bretón

El caso es que una noche, antes de caer dormido, percibí netamente articulada hasta el punto de que resultaba imposible cambiar ni una sola palabra, pero ajena al sonido de la voz, de cualquier voz, una frase harto rara que llegaba hasta mí sin llevar en sí el menor rastro de aquellos acontecimientos de que, según las revelaciones de la conciencia, en aquel entonces me ocupaba, y la frase me pareció muy insistente, era una frase que casi me atrevería a decir estaba pegada al cristal. Grabé rápidamente la frase en mi conciencia, y, cuando me disponía a pasar a otro asunto, el carácter orgánico de la frase retuvo mi atención. Verdaderamente, la frase me había dejado atónito; desgraciadamente no la he conservado en la memoria, era algo así como «Hay un hombre a quien la ventana ha partido por la mitad», pero no había manera de interpretarla erróneamente, ya que iba acompañada de una débil representación visual de un hombre que caminaba partido por la mitad del cuerpo aproximadamente por una ventana perpendicular al eje de aquél. 
 
Sin duda se trataba de la consecuencia del simple acto de enderezar en el espacio la imagen de un hombre asomado a la ventana. Pero debido a que la ventana había acompañado al desplazamiento del hombre comprendí que me hallaba ante una imagen de un tipo muy raro, y tuve rápidamente la idea de incorporarla al acervo de mi material de construcciones poéticas. 
No hubiera concedido tal importancia a esta frase si no hubiera dado lugar a una sucesión casi ininterrumpida de frases que me dejaron poco menos sorprendido que la primera, y, que me produjeron un sentimiento de gratitud tan grande que el dominio que, hasta aquel instante, había conseguido sobre mí mismo me pareció ilusorio, y comencé a preocuparme únicamente de poner fin a la interminable lucha que se desarrollaba en mi interior.
 
En aquel entonces, todavía estaba muy interesado en Freud, y conocía sus métodos de examen que había tenido ocasión de practicar con enfermos durante la guerra, por lo que decidí obtener de mí mismo lo que se procura obtener de aquéllos, es decir, un monólogo lo más rápido posible, sobre el que el espíritu crítico del paciente no formule juicio alguno, que, en consecuencia, quede libre de toda reticencia, y que sea, en lo posible, equivalente  a pensar en voz alta. Me pareció entonces, y sigue pareciéndome ahora —la manera en que me llegó la frase del hombre cortado en dos lo demuestra—, que la velocidad del pensamiento no es superior a la de la palabra, y que no siempre gana a la de la palabra, ni siquiera a la de la pluma en movimiento. Basándonos en esta premisa, Philippe Soupault, a quien había comunicado las primeras conclusiones que había llegado, y yo nos dedicamos a emborronar papel, con loable desprecio hacia los resultados literarios que de tal actividad  pudieran surgir. La facilidad en la realización material de la tarea hizo todo lo demás. 
 
Al término del primer día de trabajo, pudimos leernos recíprocamente unas cincuenta páginas escritas del modo antes dicho, y comenzamos a comparar los resultados. En conjunto, lo escrito por Soupault y por mí tenia grandes analogías, se advertían los mismos vicios de construcción y errores de la misma naturaleza, pero, por otra parte, también había en aquellas páginas la ilusión de una fecundidad extraordinaria, mucha emoción, un considerable conjunto de imágenes de una calidad que no hubiésemos sido capaces de conseguir, ni siquiera una sola, escribiendo lentamente, unos rasgos de pintoresquismo especialísimo y, aquí y allá, alguna frase de gran comicidad. Las únicas diferencias que se advertían en nuestros textos me parecieron derivar esencialmente de nuestros, respectivos temperamentos, el de Soupault menos estático que el mío y, si se me permite una ligera crítica, también derivaban de que Soupault cometió el error de colocar en lo alto de algunas páginas, sin duda con ánimo de inducir a error, ciertas palabras, a modo de titulo. 
 
Por otra parte, y a fin de hacer plena justicia a Soupault, debo decir que se negó con todas sus fuerzas, a efectuar la menor modificación, la menor corrección, en los párrafos que me parecieron mal pergeñados. Y en este punto llevaba razón. Ello es así por cuanto resulta muy difícil apreciar en su justo valor los diversos elementos presentes, e incluso podemos decir que es imposible apreciarlos en la primer lectura. En apariencia, estos elementos son para el sujeto que escribe, tan extraños como para cualquier otra persona y el que lo e cribe recela de ellos, como es natural. Poéticamente hablando, tales elementos destacan ante todo por su alto grado de absurdo inmediato y este absurdo, una vez examinado con mayor detención, tiene la característica de conducir a cuanto hay de admisible y legítimo en nuestro mundo, a la divulgación de cierto número de propiedades, de hechos que, en resumen, no son menos objetivos que otros muchos.
 
En homenaje a Guillermo Apollinaire quien había muerto hacía poco, y quien en muchos casos nos parecía haber obedecido a impulsos del género antes dicho, sin abandonar por ello ciertos mediocres recursos literarios, Soupault y yo dimos el nombre de SURREALISMO al nuevo modo de expresión que teníamos a nuestro alcance y que deseábamos comunicar lo antes posible, para su propio beneficio, a todos nuestros amigos. Creo que en nuestros días no es preciso someter a nuevo examen esta denominación, y que la acepción en que la empleamos ha prevalecido por lo, general, sobre la acepción de Apollinaire. Con mayor justicia todavía, hubiéramos podido apropiarnos del termino SUPERNATURALISMO empleado por Gérard de Nerval en la dedicatoria de Muchachas de fuego. Efectivamente, parece que Nerval conocía a maravilla el espíritu de nuestra doctrina en tanto que Apollinaire conocía tan solo la letra todavía imperfecta, del surrealismo y fue incapaz de dar de él una explicación teórica duradera.  Indica muy mala fe discutirnos el derecho a emplear la palabra SURREALISMO, en el sentido particular que nosotros le damos, ya que nadie puede dudar de que esta palabra no tuvo fortuna antes de que nosotros nos sirviéramos de ella. Voy a definirla, de una vez para siempre:
 
SURREALISMO: sustantivo masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.


Fragmento del Primer Manifiesto del Surrealismo (1924) de André Bretón. En: Arturo Ramoneda, "Antología de la Literatura Española del siglo XX" , SGEL, Madrid, 1988

jueves, 23 de mayo de 2013

La importancia de la dactilografía



LAS MÁQUINAS DE ESCRIBIR

Son conocidas las ventajas de la escritura a máquina sobre la manuscrita: mayor rapidez, perfecta nitidez y claridad. Para producir el máximum de rendimiento con el mínimun de esfuerzo, los dactilógrafos deben estar instalados cómodamente, tener a su alcance los accesorios que necesitan. La experiencia demuestra que señoritas, escribiendo al tacto, pueden trabajar varias horas seguidas sin cansancio apreciable, si están instaladas con cierta comodidad.

IMPORTANCIA DE LA DACTILOGRAFÍA

Actualmente el saber escribir bien a máquina representa, para toda persona que se dedique al comercio, un requisito tan importante e indispensable como lo son los demás ramos de estudio. Por lo tanto, es necesario aprender a utilizar la máquina en la forma más apropiada, para sacar de ella el mayor y mejor provecho, con un desgaste mínimo de energía y de salud.

Solamente empleando todos los dedos de las manos se puede alcanzar a escribir perfectamente, sin tener necesidad de mirar el teclado de la máquina, es decir, al TACTO. Este método es sumamente ventajoso, tanto para copiar manuscritos y notas taquigráficas, como para redactar correspondencia, porque copiando, la vista puede quedar constantemente fija en la hoja a copiar, mientras que redactando, la mente queda completamente libre de la preocupación del teclado, resultando así la escritura a máquina una función independiente de la mente del dactilógrafo.

Es pues de suma importancia aprender a escribir a máquina por el método del TACTO, mediante una verdadera gimnasia racional de todos los dedos.

De "El Corresponsal Moderno, para el comercio, banca e industria" por J. M. Jan y R. Ollua; editado por las Academias Pitman, Buenos Aires, s/f.

sábado, 18 de mayo de 2013

Los diez mandamientos según Bertrand Russell

Bertrand Russell (1872-1970)

Bertrand Russell ha sido llamado "el filósofo de todas las filosofías". Su obra es amplísima y abarcó desde las matemáticas y la epistemología de la ciencia hasta la educación y los problemas sociales. Nada de lo humano le fue ajeno y siempre estuvo comprometido con el pacifismo y las injusticias sociales que atormentaban al mundo del siglo XX y aún lo hacen en el XXI. A continuación transcribo el final de un artículo suyo publicado en el New York Times el 16 de diciembre de 1951, titulado The best answer to fanaticism: Liberalism y que concluye con este decálogo:

I - No estés absolutamente seguro de nada.
II - No creas conveniente actuar ocultando pruebas, pues las pruebas terminan por salir a la luz.
III - Nunca intentes oponerte al raciocino, pues seguramente lo conseguirás.
IV - Cuando encuentres oposición, aunque provenga de tu esposo o de tus hijos, trata de superarla por medio de la razón y no de la autoridad, pues una victoria que dependa de la autoridad es irreal e ilusoria.
V - No respetes la autoridad de los demás, pues siempre se encuentran autoridades enfrentadas.
VI -. No utilices la fuerza para suprimir las ideas que crees perniciosas, pues si lo haces, ellas te suprimirán a ti.
VII - No temas ser extravagante en tus ideas, pues todas la ideas ahora aceptadas fueron en su día extravagantes.
VIII - Disfruta más con la discrepancia inteligente que con la conformidad pasiva, pues si valoras la inteligencia como debieras, aquélla significa un acuerdo más profundo que ésta.
IX - Muéstrate escrupuloso en la verdad, aunque la verdad sea incómoda, pues más incómoda es cuando tratas de ocultarla.
X - No sientas envidia de la felicidad de los que viven en el paraíso de los necios, pues sólo un necio pensará que eso es la felicidad.
Como se puede ver, este decálogo se trata de una verdadera "declaración de principios" acerca de como debemos actuar con libertad en la búsqueda de la verdad, sin aceptar dogmas ni verdades absolutas y siendo intelectualmente honestos con nosotros mismos y con los demás.

Si les interesa conocer más acerca de la vida y la obra de Bertrand Russell les recomiendo comenzar a conocerlo aquí.

martes, 14 de mayo de 2013

Tempestad



El sol próximo a ocultarse en el ocaso tiene el rojo color de la sangre: de cuando en cuando bocanadas de aire caliente vienen a combatir la frente del viajero que parado en la cubierta del buque contempla admirado el magnífico espectáculo. Algunas horas más tarde y el cuadro es más bello aún.

Por entre los montes de nubes que se agrupan en el cielo, penetra de cuando en cuando un rayo de luna que ilumina el mar. Los relámpagos se sucenden unos a otros con rapidez que asombra. A veces parece que una de esas culebras de fuego que rajan las nubes, se baja hasta besar la superficie de las aguas agitadas. El viento silba furiosamente en las cuerdas del buque, y hace que montañas de agua vengan a quebrarse contra la proa del soberbio bajel. Un estrecimiento nerviosos como el golpe eléctrico, hace sacudir el vapor cada vez que una de aquellas olas vienen a quebrarse en su flancos.

Blanca, como las flores del aire, una ancha faja de espuma marca sobre las aguas agitadas el camino que acaba de cruzar el vapor. A la luz amarillenta de los relámpagos, vese a lo lejos, en el oscuro horizonte, un punto blanco que flota al acaso. ¿Qué es? ¿El ala de un pájaro extrviado o la espuma de una ola que se deshace?

Al ruido formidable de las olas, se une el ronco bramido de los truenos. Parece por instantes que se oye a lo lejos un cañonazo. Es un buque que pide auxilio, se dice uno extremeciéndose. No: es un trueno que revienta. Es la voz de la tempestad que domina omnipotente la voz del mar.

Pasan apenas algunas horas y todo cambia. El cielo se ha despejado; el viento se lleva sin enojo la negra columna de humo que arroja el caño del vapor; el var se mueve aún como en un sueño agitado por un fabricante. El cielo y el mar vuelven a su eterna monotonía: la poesía ha pasado con la tempestad.

De "Impresiones de viaje en Europa y América" de José Pedro Varela; Edición del Ministerio de Instrucción Pública, Biblioteca Cultural Uruguaya, Montevideo, 1945.

sábado, 11 de mayo de 2013

La educación de los espartanos



Título: "Jóvenes espartanas provocando a los jóvenes"
Autor: Edgar Degas (1834-1917)
Escuela: Impresionismo
Técnica: Pastel
Año: 1860
Ubicación: National Gallery de Londres

LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS

El niño, destinado a ser un soldado, pertenecía más al Estado que a su familia; al nacer, era examinado por los ancianos de la tribu, que lo devolvían a la madre si estaba bien constituído; en caso contrario lo hacían arrojar a un abismo del Taigeto. Todas las madres educaban a sus hijos de la misma manera; no los envolvían y los acostumbraban a comer de todo y a no tener miedo a nada. Al cumplir el niño los siete años se entregaba al Estado; el niño era entonces como un hijo de regimiento, que desde luego formaba parte de una clase mandada por el que se había mostrado superior a los otros alumnos por su inteligencia y su fuerza.

El estudio se tenía en poco en este género de educación. Se limitaba a enseñar a los niños a cantar y a explicarse con precisión; tratábase sobre todo de dar fortaleza y flexibilidad al cuerpo. Gracias a una serie de ejercicios graduados, los niños aprendían a correr, saltar y lanzar el disco o la jabalina. Después se ejercitaban en el manejo de las armas y en la danza guerrera llamada pírrica. Así se les acostumbra a soportar sin quejarse el frío y el calor, el hambre y la sed, la fatiga y el dolor.

Llevaban el mismo vestido en todas las estaciones, se acostaban sobre cañas que ellos mismos cortaban en el Eurotas, y no se lavaban ni perfumaban sino en los días de grandes fiestas. Se les alimentaba mal y les era permitido robar para aplacar el hambre; pero, si los encontraban robando, eran castigados severamente. Uno de ellos, que había ocultado un zorro vivo bajo su túnica, se dejó morder el vientre antes que confesar el robo. Había también concursos de resistencia a los porrazos. Cada años recibían una vuelta de azotes delante del altar de Artemisa, y el vencedor era quien tardaba más en quejarse; sucedió que murieron algunos niños sin prorrumpir un quejido.

Estos niños tenían aspecto grave y ademanes mesurados. Caminaban con los ojos bajos, y no tomaban la palabra sino cuando eran interrogados. Esta educación de hierro los preparaba a la disciplina militar.

VIDA DE LOS HOMBRES

Los jóvenes formaban parte del ejército a los diez y siete años; a los treinta eran considerados como ciudadanos como ciudadanos y debían contraer matrimonio, sin dejar por ello de pertenecer al Estado. El empleo del tiempo estaba fijado por los reglamentos. Llevaban uniforme y debían asistir todos los días a los ejercicios, consistentes en carreras, saltos y manejo de las armas. A este respecto, la institución más curiosa era la de las comidas públicas, que eran obligatorias para todos los espartanos, aún para los reyes; sin embargo, no se celebraban diariamente. En esas comidas, los hombres se agrupaban por escuadras de 15, y los que las componían eran en la guerra compañeros de tienda de campaña. Esas escuadras eran círculos a los que era muy difícil entrar y en los que se procedía a votación para aceptar un nuevo miembro, como sucede en los cuerpos de oficiales en Alemania. En las comidas públicas se comía la sopa negra, guisado célebre en toda Grecia, hecho con pedacitos de carne, grasa de cerdo, vinagre y sal. Pero la minuta podía aumentarse con productos de caza o con carne de las víctimas, cuando había habido un sacrificio.

A esa vida autera debían los espartanos el carácter grave y digno que tenían. Diríase que los envaraba su compostura heroica de viejos veteranos que afectan despreciar todo lo que los demás hombres aprecian o temen. No se inclinaban sino delante de los ancianos, que respetaban como a sus padres. Su lenguaje que representaban como a sus padres. Su lenguaje era voluntariamente rudo y sencillo, y su manera de responder, a la vez corta y mordaz, ha llegado hasta nosotros con el nombre de laconismo. Un argivo decía un día: "Existen entre nosotros muchas sepulturas de espartanos", y un espartano le respondió: "Entre nosotros no existe ni una sola de argivo". Filipo de Macedonia escribió a los espartanos: "Si entro en Laconia, destruiré vuestra ciudad". "Si..." respondieron los espartanos.

VIDA DE LAS MUJERES

Las jóvenes no eran educadas en Esparta menos severamente que los jóvenes. Estaban sometidas a los mismos ejercicios de los varones y asistían a sus concursos. Su vestido, que bajaba apenas hasta la rodilla, les permitía libertad en los movimientos. Su vida de ejercicios era motivo de burlas entre los demás griegos, que tenían a sus hijas cuidadosamente encerradas. Una vez casadas, resultaban esposas y madres de soldados. Eran muy reputadas por su energía y su abnegación. El amor maternal, en aquellas mujeres estaba supeditado por el amor a la patria; hubo alguna que al saber al mismo tiempo la muerta de sus cinco hijos y la victoria de Esparta, exclamó: "¡Tanto mejor, demos gracias a los dioses!", y otra que mató a su hijo porque huyó del campo de batalla.

Lo que más caracteriza la condición de la mujer en la antigua Grecia es su constante estado de menor edad. En su existencia no había un solo momento en que gozara de los derechos civiles del ciudadano, pues siempre tenía un dueño que la gobernara. Cuando joven, dependía de su padre; casada, pertenecía a su marido; viuda, estaba sometida a sus parientes o a sus hijos. Pero si hemos de juzgar por las pinturas de los poetas y por algunas anécdotas publicadas por los historiadores, diremos que la mujer tenía frecuentemente en la casa una autoridad considerable; tanto es así, que algunos personajes de comedia se quejan, una vez casados, de tener no una mujer, sino una dueña imperiosa.

Jenofonte, en su tratado de Economía, nos describe un matrimonio ateniense tal como él lo concibe. Quiere que la mujer sea soberana en su casa, que tenga la dirección de los esclavos y arregle a su antojo los gastos de la familia. Mas, a pesar de su empeño, no consigue presentar a la mujer griega sino como una buena gobernante. Salvo quizá en Esparta, donde la mujer, como hemos visto antes, era la primera en hacer que sus hijos fueran buenos soldados y buenos ciudadanos, las mujeres griegas representaron en la sociedad un papel harto secundario, su vida transcurría sosegada, monótona y oscuramente; las futilezas ocupaban para ellas un puesto más preferente que las ocupaciones más serias e importantes.

Mientras duró Esparta, la mujer permaneció fiel a la educación y a las costumbres particulares del Estado. Muchas modificaciones se introdujeron en las leyes políticas o civiles de Licurgo; pero la regla de vida que él había impuesto a los espartanos se mantuvo e hizo de ellos los primeros soldados de Grecia y los verdaderos maestros de heroísmo de la humanidad.

De "Grecia" de Alberto Malet; Librería Hachette, París, 1922.

domingo, 5 de mayo de 2013

Una curiosa partida de defunción


El día veinte y cinco de este mes de Mayo (1) expiró en estas Provincias del Río de la Plata la tiránica jurisdicción de los Virreyes, la dominación despótica de la Península española y escandaloso influjo de todos los españoles.Se sancionó en la Capital de Buenos Aires por el voto unánime de las corporaciones reunidas en Cabildo abierto una Junta superior independiente de la Península y de toda otra dominación extraña bajo el solo nombre del Señor Don Fernando VII; de este modo se sacudió el insoportable yugo de la más injusta y arbitraria dominación; y se echaron los cimientos de una gloriosa independencia que colocará a las brillantes Provincias de la América del Sud en el rango de las naciones libres y les dará una representación nacional a la par de los más grandes imperios del globo.


(1) La presente anotación manuscrita del párroco Pbro. Tomás Javier de Gomensoro, corresponde a 1810, año al que denomina "primero de nuestra libertad".


LIBRO 1º DE DIFUNTOS, f. 85, de la Parroquia de Santo Domingo de Soriano, 1810.