domingo, 16 de setiembre de 2012

Lo que se oye desde una silla de la plaza


- ¡Qué noche tan hermosa!
- ¡Hermosísima!
- ¡Qué calor tuvimos hoy! Figúrese usted que esta mañana el termómetro...

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- Señorita, ¿quiere usted comprarme un ramito de flores?

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- ¡Allá van! ¡Ella es! ¡Apura el paso!...
- ¡Aquí vienen! Ellos son...

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- ¡Señor! ¡No tengo padres! ¡Una limosnita por el amor de Dios!

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- ¡Caras y Caretas! ¡Rojo y Blanco! ¡El Hogar!

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- El favoritismo, la incompetencia, la envidia y las rivalidades de los bandos políticos, lo tienen todo trastornado en este hermoso país... Además, ahora tenemos una nueva aristocracia de camarilla.

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- Un espíritu culto, honesto e independiente se halla en condiciones desfavorables para luchar contra tanta mediocridad y nulidad encumbrada por los compromisos partidarios...
- Ánimo, amiog: luchemos asociados y confiemos en el porvenir...

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- Es un cuadro muy bonito, pero me gusta más aquel en que Tartarín, creyendo matar un león, mata un pollino...

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- Lo que usted oye. Murió ab intestato, y me correspondió la mitad de la herencia. Yo no le había hablado nunca...

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- ¡La suerte! ¡Los veinte mil! ¡Mañana se juega!...

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- ¿Quién es ese?
- Un tonto que me sigue a todas partes.

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- Lo mismo creo yo. La revolución es infalible. Esto no es gobernar. Así no podemos seguir...

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- Señores, nada de revoluciones; los cambios sociales, para ser provechosos, han de efectuarse lentamente, por evolución, como procede la naturaleza en sus...

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- Hasta mañana.

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- Adiós.

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- ¡La suerte! ¡Los veinte mil! ¡Mañana se juega!...


NOTA: La lectura de la composición preinserta ofrece muchas dificultades. En ella se supone a una persona que, desde una silla de la plaza, oye fragmentos de diálogos de los transeúntes. Las líneas de puntos suspensivos señalan en el texto cuando cambia el diálogo. El lector debe estudiar previamente el carácter y las circunstancias de cada personaje, a fin de diferenciarlos en la lectura por medio de convenientes modificaciones de los elementos de la voz.


Del libro escolar "Vida", libro quinto, de José H. Figueira; Montevideo, 1940.

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