"La libertad guiando al pueblo"; óleo de Delacroix, 1830.
En el capítulo relativo a la Revolución Intelectual observamos que hacia fines del siglo XVIII una revuelta romántica se opuso a los cánones clásicos dominantes en literatura. En esencia, el romanticismo pretendía glorificar los instintos y las emociones en oposición al intelecto. Entretejíanse con él otros elementos: profundo amor por la naturaleza, desprecio hacia el formalismo, sentimental interés en los humildes y, a menudo, ardiente afán de rehacer el mundo.
Entre los jefes del movimiento en cierne contáronse Rousseau, Thomas Gray, Cliver Goldsmith, Robert Burns y Friedrich Schiller. El romanticismo floreció pujantemente en los albores del siglo XIX y alcanzó su cima alrededor de 1830. No se limitó a invadir el campo literario, sino que, como veremos luego, fue una fuerza vital dentro de la pintura y alcanzó considerable resonancia dentro de la música. En determinados terrenos debió competir con clasicismo, especialmente en Francia y durante la era napoleónica, mas fue, con todo, la más vigorosa escuela artística y literaria de las primera décadas del siglo XIX.
De "Civilizaciones de Occidente" de Edward McNall Burns; Edicions Peuser, Buenos Aires, 1953.
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