No olvidemos que Alemania ha hecho fracasar en la Conferencia de La Haya el arbitraje obligatorio, y que poco faltó para que hiciese fracasar también la constitución del tribunal permanente de arbitraje.(1) No olvidemos que en Prusia existe un poderoso "partido militar". Una educación patriotera llena odio para nosotros se difunde en sus escuelas. La conciencia nacional camina muy lentamente hacia las ideas de justicia internacional a pesar de los esfuerzos de hombres de corazón como el coronel de Edigy (2), a pesar del éxito estruendoso de ese admirable libro: ¡Abajo las armas! (3)
No olvidemos que también nosotros tenemos nuestros patrioteros, como los alemanes tienen a aquellos a quienes de Egidy llama los "vocingleros belicosos": esos "vocingleros" que alimentan nuestros aparecidos pueden en un momento dado enloquecer una opinión pública mal informada, como en 1870, y reducir al silencio a los espíritus clarovidentes. En la Cámara de Diputados, Thiers y Gambetta, que se oponían a esa guerra insensata fueron insultados y Emilio Ollivier, presidente del Consejo, tranquilizaba a todo el mundo diciendo: "¡Señors, será un paseo militar!"
Debemos, pues, prever la demencia provocada entre nosotros por los violentos y los "vocingleros belicosos"; debemos preverla en los otros pueblos y estar prontos. La guerra es un mal muy grande. Pero no es el peor de los males: la dignidad y el cuidado de la libertad nacional pueden hacer de la guerra una necesidad. La cobardía alienta los instintos de pillaje, de violencia, de barbarie en las naciones brutales. La cabeza está hecha para pensar, pero debe estar pronta para llevar el casco, si quiere poder pensar libremente.
Es necesario que la Europa sepa que nosotros no provocaremos querellas a nadie, pero que lucharemos como héroes sin se nos ataca injustamente. Como la guerra no se improvisa, es necesario que la nación se esfuerce por llevar al más alto grado de eficacia su potencia defensiva; si llegara a faltar esa preparación incesante nuestra seguridad estaría perdida. Seamos, pues, una gran nación pacífica, justa, razonable, generosa, cortés, amable; pero seamos una nación temible para quien nos ataca injustamente.
Acepta, pues, valerosamente el servicio militar: la guerra es un oficio que se aprende: es necesario conocer el manejo del fusil, ser un excelente tirador, conocer la puntería del cañón, saber montar a caballo. Un soldado debe adquirir ese sentido especial que le hace hallar la mejor manera de utilizar el terreno; un sinnúmero de detalles no pueden aprenderse sino en las maniobras. Como todo buen obrero de una obra cualquiera, debes comprender, perfeccionarte y transformarte en un soldado temible para el enemigo, mediante tu habilidad, tu inteligencia y tu iniciativa.
(1) Véase Libro amarillo sobre la Conferencia de Paz.
(2) DE EGIDY: La era sin violencia.
(3) BARONESA DE SUTTNER: ¡Abajo las armas! Este libro debería estar en todas las bibliotecas.
Del "Curso de Moral" de Julio Payor; Librería Nacional: A. Barreiro y Ramos editor, Montevideo, 1913.
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