Todos los días llegan a vuestros ojos y oídos noticias de nuevos y terribles experimentos con bombas atómicas, ese explosivo incendiario de tan espantosa potencia que, con ser arrojado una sola vez, puso fin a la Segunda Guerra Mundial. Un energía gigantesca, muchos millones de veces más potente que la dinamita, ha sido liberada por los hombres de ciencia: es la desintegración de la materia.
Las personas mayores ven en ella otro motivo de intensa inquietud, pero los optimistas de la nueva generación sólo la consideran como una fuente inagotable de energía que evitará a la humanidad gran parte de sus diarias fatigas, y no tienen en cuenta los temores de los pesimistas, que prevén guerras horribles, la destrucción instantánea de ciudades enteras y la desaparición de la civilización con el consiguiente retorno de los sobrevivientes a la edad de las cavernas... El mismo Einstein dijo: "Quizá sean aniquilados los dos tercios de la humanidad: pero quedarán libros, y la civilización volverá a comenzar..."
Y también hay superpesimistas que, lisa y llanamente temen que los sabios terminen por hacer estallar la Tierra en mil pedazos, ¡como ya le sucedió a otro planeta, hermano del que habitamos el "Planeta 28"!
De "Los últimos milagros de la ciencia" de Pierre Devaux; Colección "Mi primera biblioteca", Antonio Vallardi Editor, Milán, 1955.
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