El primer versículo de la Biblia es, en su sencillez, uno de los más misteriosos. San Epifanio y San Agustín, y otros muchos teólogos, suponen que la palabra Cielo quiere significar los Ángeles (espíritus puros) y Tierra, en cambio la Materia. Dios habría creado conjuntamente el mundo espiritual y el mundo físico. En efecto, de la creación del cielo propiamente dicho se habla luego (firmamento, astros, etc.) como así también de la verdadera tierra. El escritor inspirado es, ya desde un comienzo, dualista: el monismo es el error, la herejía, la falta de sentido. El creador es uno sólo, pero la creación es doble, constituída desde un principio en dos elementos incovertibles: Cielo y Tierra, es decir, Espíritu y Materia, Alma y Cuerpo.
Un poeta moderna, Coleridge, tuvo esta intuición: "La tierra, con su faz tajada, representa el Pasado; el cielo el Futuro". Dios ha creado, en efecto, con el "principio", también el tiempo. El es el perpetuo Presente, el Eterno. Pero el hombre, en cuato que muere a cada instante, el el Pasado, tierra, materia, mientras el cielo (Paraíso) ¿no es para todos nosotros, al menos como esperanza, el futuro?
2
Según el Génesis (II,7) el hombre proviene de la tierra, es decir, del polvo; y volverá realmente, como efecto de la culpa, a transformarse en polvo (III,19), pero la serpiente, como castigo, comerá el polvo (III,14). La Serpriente (Satanás) ¿está por consiguiente, condenada a comer al hombre (polvo)?
3
Eva, la más culpable, fue castigada sin dilación en sus hijos; uno muerto, el otro maldito y prófugo.
4
Adán se cubre (por verguenza). Cristo es desnudado (por ludibrio).
5
También en el mundo místico rige la ley del talión. Adán, que con el pecado mató a Dios en sí mismo, es decir, la semejanza divina, ha debido esperar, para ser absuelto, que Jesús matase -hiciese matar- el hombre en sí mismo. Adán, a quien Dios advirtió que si comía del fruto moriría, es, en cierto sentido, el primer deicida.
6
El esparcidor de la primera sangre (Caín) y el interventor del primer vino (Noé) ambos están preservados de la muerte por voluntad divina. Misteriosa alusión a la Eucaristía, donde el vino conviértese en sangre y preserva de la muerte (segunda).
7
Es de notar en el Antiguo Testamento que todos aquellos que han fundado alguna cosa han sido asesinos. Caín, luego de haber dado muerte a Abel, fundó una ciudad (Gen. IV,17); Moisés dió muerte a un egipcio (Éxodo, II,12) antes de fundar la nación judía; Saúl, el fundador de la monarquía judía, dio muerte a Aquimelech y a otros ochenta y cuatro sacerdotes (I Samuel, XXII, 11-18); Salomón, el fundador del Templo, dió muerte al hermano de Adonia (Reyes II, 23-25).
¿Quieren significar estos ejemplos, que la sangre es necesaria toda vez que deba florecer alguna cosa? ¿Se quiere presentar la Crucifixión -asesinato legal de Jesús-, como algo necesario para que se cumpliese la Redención y se fundase la Iglesia?
8
A Moisés le fue revelada la antigua Ley entre zarzas (zarzas ardientes). Jesús, el anunciador de la nueva Ley es coronado de espinas (zarzas).
9
Josué detiene el sol. Jesús (= Josué) oscureció el sol (tinieblas durante la crucifixión). El primer Juez retarda la noche; el último la anticipa.
10
En el pueblo más abyecto, despreciado e infeliz de la antigüedad (Judíos) nació un ser pobre y humilde (Jesús) que eligió como compañeros a doce hombres ignorantes, débiles y rudos (Discípulos) y fué condenado al suplicio más vergonzoso, cruel e infame (Crucifixión). De esta manera, humanamente absurda y divinamente sapientísima, prodújose el hecho más importante de la historia del mundo: la Encarnación de un Dios y la fundación de la Iglesia.
11
¿Los judíos del 2 d.C. sabían que Jesús era el hijo de Dios? Y si lo sabían y pese a todo le dieron muerte ¿no se podría interpretar la Crucifixión como una venganza? "Tú -habrían dicho dirigiéndose a Dios-, tú has permitido que Satanás nos hicisiese caer; luego tentaste de darnos muerte a todos (Diluvio); luego nos has hecho caer en las garras de los egipcios, de los asirios, de los persas, de los griegos, de los romanos, como esclavos, siempre pisoteados y dispersos. Ahora que tenemos a Tu Hijo en nuestras manos queremos vengarnos. No importa que la venganza nos acarree castigos aún mayores, pero es tan grande el ansia de contemplar a Tu Unigénito, envilecido, insultado, flagelado y torturado que aceptamos de buen grado la futura expiación en precio de este día."
Contra esta espantosa fantasía, que habría podido seducir a un Villiers de l'Isle Adam, surge la palabra divina de Cristo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Pero estas palabras, por el contexto, aparecen dirigidas a los romanos, ejecutores materiales de la condena, y no a la turba vociferante de judíos. De todas maneras el pueblo judío ha sido castigado como si hubiese cumplido conscientemente el deicidio.
De "La Escala de Jacob" por Giovanni Papini; Editorial Mundo Moderno, Buenos Aires, 1947.
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