Soy un enamorado de mi Ciudad; de sus barrios populosos y de sus calles y avenidas; de sus hermosos edificios, espléndidos jardines, típicos cafés y rumorosas confiterías. Del alma que atesora; de su estirpe latina: romántica en el pasado y pletórica de futuro.La urbe extensa y desbordante de multitudes, es mi grande hogar. Y el de millones de almas que, como la mía, pueden amarla y enaltecerla.
Aunando las voluntades -con el calor de tantos corazones y el esfuerzo de todos los que tenemos la fortuna de vivir bajo el cielo porteño- haremos que la Capital sureña, la más gigantesca, laboriosa y moderna metrópoli del mundo. Para ello sólo debemos superar los obstáculos y combatir los retrocesos, poniendo de manifiesto todo cuanto conspira contra el avance de su grandeza espiritual y material.
Así como las ciudades antiguas dependían de la Divinidad y de los manes de sus antepasados, la nuestra está bajo la protección suprema y la advocación del espíritu del trabajo. No malogremos entonces la obra magnífica iniciada por nuestros padres: sigamos el ejemplo y las enseñanzas de sus vidas austeras y provechosas. Trabajemos. Trabajemos generosamente. Volvamos al ritmo normal de la labor eficiente y productiva que hemos abandonado, debido a las sugestiones engañosas de un materialismo exacerbado y decadente.
Prólogo del libro "Buenos Aires: ciudad, patria, mundo" de Luciano Rottin; Buenos Aires, 1949.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario