miércoles, 30 de marzo de 2016

El mito peronista

 
Mucho se ha discutido sobre el mito del peronismo, fenómeno auténticamente popular y argentino. Durante largo tiempo se fabricó un mito antiperonista, un antimito. Pero este antimito era evidente expresión subsidiaria de los mitos liberales degradados. Las clases dirigentes de la Argentina siempre estuvieron más abiertas hacia todo lo importado que hacia lo argentino y nunca fueron capaces de entender al pueblo. Su egoísmo los hacía soñar con una democracia meramente formal en la que tenían un papel privilegiado. Aunque el peronismo fue un mito, en el sentido de que centraba todas sus aspiraciones populares en un líder, en un personaje-símbolo, sin embago se trataba de un mito altamente dinámico durante un largo período, porque esas aspiraciones de progreso económico, de dignidad humana, de derechos reconocidos, eran plenamente legítimas.

No interesa discutir aquí la eficacia política y económica de un período de la historia argentina, ni es necesario señalar errores y aciertos, lo que hay que notar es que sin una mística no se construye un país, que esta mística necesita símbolos impulsores dinámicos y una convicción que arrastre a grandes masas y que eso se verificó en ese período histórico y hasta ahora no volvió a darse. En ese sentido, para la Argentina, el peronismo fue constructivismo, más constructivo que las teorías marxistas y los esquemas y los esquemas neocapitalistas porque surgió de lo nacional, sin copiar ni importar soluciones y porque fue popular y sin pueblo no hay verdadero cambio social.

Fragmento del libro "Los Mitos" de Pedro Geltman. Carlos Péres editor, Buenos Aires, 1969, p. 123.

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