Un sabio que conozco me pone al cabo de la calle de la teoría sobre la estupidez humana del historiador de la economía Carlo Maria Cipolla, que la hizo pública en un librito titulado Allegro ma non troppo: no lo conocía, pero con una primera lectura rápida he tenido bastante para considerarlo imprescindible.
La teoría de Cipolla sobre la estupidez humana me parece francamente irrefutable, y creo que vale la pena hacer un resumen. En primer lugar, el autor establece cuatro categorías fundamentales de personas: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. Los incautos son los que realizan acciones que suponen una pérdida para ellos pero una ganancia para alguien otro; los inteligentes se reconocen porque sus acciones les benefician a ellos pero también a los otros; los malvados, como su nombre indica, se caracterizan porque actúan siempre en su beneficio, aunque esto comporte causar algún perjuicio a alguien otro, y, por fin, los estúpidos se hacen notar porque sus acciones absurdas hacen daño siempre a los otros sin que ellos ganen nada: al contrario, muy posiblemente ellos también saldrán perjudicados: son los que Cipolla clasifica como superestúpidos. Por otro lado, las tres primeras categorías no son estancas, sino que se comunican y pueden ser intercambiadas: por ejemplo, una persona inteligente puede comportarse ocasionalmente como un incauto o como un malvado, el malvado puede tener un descuido que le haga actuar como un incauto y es perfectamente posible que un incauto se ilumine con un pronto de inteligencia. Todo ésto es así porque, en cualquiera de los tres casos, estamos hablando de personas que actúan racionalmente, de forma que sus comportamientos, incluso aunque resulten moralmente reprobables, siguen una lógica comprensible.
El estúpido, en cambio, es intransferible a ninguna otra categoría y actúa siempre con una coherencia estremecedora: es estúpido siempre y en cualquier situación, y no tiene objetivos ni finalidades a partir de los cuales se puedan evaluar sus actos. Es temible porque es imprevisible: lo único seguro es que acabará haciendo daño allá por donde pase. Es en función de estos datos empíricos como Cipolla enuncia las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana. Primera ley fundamental: “Siempre y de manera inevitable cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. Segunda: “La probabilidad que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”. Tercera: “Una persona estúpida es aquella que causa daños a otra o a un grupo de personas sin obtener un provecho, e incluso obteniendo un perjuicio”. Cuarta: “Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. En especial, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier lugar y momento, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un error costosísimo”. Y quinta: “La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado”.
Son cinco leyes que conviene grabar en la memoria y tenerlas presentes en cualquier situación de la vida: nunca se sabe por dónde puede aparecer el estúpido de turno para proceder a amargarnos la vida. Muy especialmente, por poner un ejemplo y por las cosas que se empiezan a escuchar y ver, en un año electoral.
Artículo del periodista Sebastián Alzamora, transripto de Nabarralde, un interesante blog culural español.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario