La política económica y social artiguista se vinculaba con la más pura y justa tradición española, obteniendo de esa ligazón imprescindible con el pasado que todo verdadero hecho revolucionario posee, una fuerza y una realidad "intrínsecas". No es ese su único rasgo, ya que la preocupación porque "los más infelices sean los más privilegiados", le daba un tono sobremanera moderno y cristiano, dos sustantivos algo incomunicados en la actualidad.
En verdad toda su política fue una manifestación más de esa hondísima compenetración con el sentir popular y americano que caracterizaba a nuestro héroe y lo diferenciaba de Bolívar, San Martín y Washington. Su lucha por la República (en un medio ambiente dominado por el Congreso de Viena y los planes monárquicos porteños), au afán por la igualdad provincial (traslación de una idea europea, pero aplicada a una realidad donde la igualdad no tenía sentido tanto entre los ciudadanos como entre los conglomerados regionales), su preocupación por las clases humildes y su esfuerzo por educarlas y civilizarlas (que contrasta violentamente con el desprecio que los patriciados urbanos asumían hacia todos ellos), todos estos rasgos, muestran un líder revolucionario único, y por la amplitud y madurez de su enfoque, en América.
Tan particular y original -incluso por el mismo hecho de ser el más auténticamente americano entre todos los demás- que la mayor parte de sus postulados son áun letra muerta en la realidad viva de América Latina.
De las "Bases Económicas de la Revolución Artiguista". Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo, 1963.
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