lunes, 2 de julio de 2012

Acerca del positivismo


Augusto Comte (1798-1857)

El análisis kantiano abrió nuevos horizontes a este viejo problema y a otros que ya parecían agotados. Entre las posiciones interesantes derivadas de él encontramos el positivismo. El positivismo (A. Comte) parte de la imposibilidad de conocer lo absoluto tal como lo había mostrado Kant y se esfuerza por liberar a la ciencia, o sea el conocimiento positivo, de los resabios metafísicos. Sostiene que el conocimiento científico como el filosófico, no son dos modos de conocer compatibles, sino distintos grados en la evolución del conocimiento humano.

El espíritu del hombre a semejanza de la evolución del conocimiento, pasa por tres etapas sucesivas: estado teológico en el que cree poder llegar a conocer lo absoluto, busca la razón última de las cosas y cree en un ser causa última de las causas, Dios. A esto le sucede un estado metafísico que tiene características que tiene características semejantes al primero, pero en el que Dios es reemplazado por fuerzas naturales. El tercer período o se el positivo, se caracteriza por la investigación puramente científica, la única capaz de comprobación, que se limita a la investigación de las leyes, relaciones de fenómenos, dejando de lado la búsqueda de causas absolutas.

“Ciencia, de donde previsión, previsión de donde acción”, dice el aforismo comtiano, y con esto quiere recalcar el principio práctico del conocimiento positivo. El positivismo toma, pues, de las ideas kantianas, la parte de incognoscibilidad de lo absoluto, que echa fuera de su acción: en cuanto a las características del conocimiento que admite, está lejos de Kant aunque más no sea porque realmente no se plantea el problema del valor del conocimiento.

Otros positivistas (Spencer) toman este absoluto que había sido dejado por Comte. Este incognoscible, que escapa a todo conocimiento experimental, científico, constituye el dominio de otra actividad humana, que es la realización. Ciencia y religión resultan cada una con dominio completamente delimitado: mientras cada una usurpe funciones de la otra, es decir, mientras la religión crea poder conseguir un conocimiento positivo de lo incognoscible y mientras la ciencia, por otra parte, quiera sustituirlo por entidades metafísicas para engañarse a sí misma, habrá desacuerdo entre ellas.

La ciencia debe convencerse que ella no puede ir más allá de explicaciones próximas y relativas a la inteligencia humana que conoce y que quizás no responden para nada a la verdadera realidad: la religión debe convencerse, a su vez, que ella está frente a lo absoluto, que no podrá conocer directamente jamás.


De “Problemas Filosóficos” por María A. Carbonell; Montevideo, 1940.

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