Había una vez una nena que se paseaba por el Jardín de la Música. "Todos cantan", pensaba, "pero nadie canta para mí". Andando andando, como era muy , "pero nadie canta para mí". Andando andando, como era muy curiosa, se asomó a una casita que no tenía más que una pared, y era cuadrada por fuera y redonda por dentro. Y allí se quedó quieta porque de la casita salía música. En cuanto la escuchó dijo: -"Estas canciones son para mi", y señaló su propia persona con un dedo índice sucio de tinta y mermelada.
Al rato llegó corriendo un chiquilín, y después otro, y después dos nenas más, y luego un chico pecoso, y más tarde tres bebés con babero. Todos se dieron la mano y cada uno dijo: -"Sí, estas canciones son para mí". Las mamás se acercaron y pensaron: -"Qué bien se portan estos chicos, qué quietos están". Pero no era más que una apariencia. Todos estaban jugando y viajando en sueños, muy lejos de allí.
Como ya habrás adivinado, la casita era este disco. Está habitada por muchas personas y animalitos que que quieren hacerse amigos tuyos y llevarte a correr por el mundo y el tiempo. Llevarte, por ejemplo, al Japón, donde la Luna se baña en el charquito Kito. Llevarte a Inglaterra para tomar un té loco como el del famoso sombrero que invitara a Alicia en su país de maravillas. Llevarte de aquí para allá, de Tucumán a París y del Japón a Pehuajó.
Ojalá estas canciones sirvan para que los chicos se den la mano y eventualmente arrastren en su viaje a algunos grandes un poco cansados de ser siempre grandes. Y ojalá tú también -nena o chiquilín que te asomas a esta casita- puedas decir: "Son canciones para mí". Para tí las hizo y las canta cuantas veces quieras
María Elena Walsh
Del disco "Canciones para mí" de María Elena Walsh; CBS, 1963.
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