Cuatro actos
Música: Giuseppe Verdi
Letra: Antonio Ghislanzoni
Adaptación del original francés de Locle
Estrenada en El Cairo el 24 de diciembre de 1871
Lugar de la acción: Menfis y Tebas
Época: de los Faraones
El ejército egipcio hizo cautiva a una muchacha etíope, Aída, que es ahora esclava de Amneris, la hija del Faraón. Esclava y señora están enamoradas de Radamés, capitán egipcio que ama a la primera y está destinado a casarse con la segunda.
Llega un mensajero con la noticia de que el rey etíope, Amonastro, padre de Aída, ha invadido Egipto. Se acuerda que el ejército salga contra el invasor, y se nombra jefe de la expedición a Radamés.
Pasan unos meses, Radamés vuelve vencedor. Amneris, para poner al descubierto el sospechoso amor de Aída, dice a ésta que Radamés ha muerto en la guerra. Descubierta aquella callada pasión, Amneris declara que ella también ama a Radamés, y amenaza a la esclava hasta con la muerte.
El Rey y la Corte se reúnen en la entrada de Tebas para recibir a los vencedores. Entran las tropas y, al final, Radamés, en un trono llevado por cautivos. El Rey se adelanta a recibirlo. Entre los prisioneros viene Amonastro, el rey etíope, padre de Aída. Amonastro pide al Rey perdón para sus compañeros de infortunio; también lo pide Radamés. El Rey lo concede con la condición de que padre e hija queden en rehenes. El Rey etíope ofrece tomar venganza.
En efecto, invocando los deberes que la sangre real impone a su hija, logra que ésta, sacrificando su amor, arranque al imprudente Radamés el secreto del camino que en el próximo ataque han de seguir las tropas egipcias. Sorprendido Radamés por Amneris y el gran sacerdote, es acusado de traidor por la hija del Rey, que así se venga de su esclava y del desdeñoso capitán.
Preso Radamés, le ofrece Amneris la salvación si renuncia al amor de Aída; pero aquel contesta que prefiere morir. Se celebra el juicio, se desespera Amneris al fin, e increpa a los jueces; pero éstos dicen que ya nada se puede hacer.
Radamés está recluído en una mazmorra que acaba de ser cerrada. Allí ha de morir en la tiniebla y en la soledad... Pero no; de un rincón del calabozo sale Aída, que allí esperaba para morir con él; no está solo. Y en cuando a la tiniebla, la mazmorra está totalmente a oscuras; pero para los corazones y la fe y el amor y la imaginación de Aída y Radamés, il ciel si apre.
El virrey de Egipto quiso solemnizar la apertura del canal de Suez, y encargó a Verdi la composición de una ópera de asunto egipcio. Por ello le ofreció 200.000 francos. La obra fue Aída. Por varias causas se retrasó el estreno. Verdi no se atrevió a hacer el viaje.
Se dice que uno de los recuerdos más gratos de Verdi era el de haber observado, una noche a altas horas, en Milán, a un muchacho que, para darse ánimos al atravesar una grande y desierta plaza, iba cantando la brillante y musculosa marcha triunfal de Aída. Verdaderamente se puede decir que ésta lo que de la Appasionata de Beethoven decía Bismarck: "Cada vez que la oigo me siento más valiente":
"Marcha triunfal" de Aída
De "El Libro de la Ópera" de Juan Ríos Sarmiento; Editorial Juventud Argentina, Buenos Aires, 1944.
De "El Libro de la Ópera" de Juan Ríos Sarmiento; Editorial Juventud Argentina, Buenos Aires, 1944.
EXCELENTE ENTREGA AMIGO, TE DEJO MIS FELICITACIONES Y UN ABRAZO.-
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