La presión barométrica de las aguas del mar aumenta rápidamente con la profundidad, haciendo que éstas sean más densas a medida que se alejan de la superficie. En las grandes profundidades es tan elevada, que ningún ser de las zonas superiores puede sufrirla.
Esta presión de los abismos marinos es prodigiosa, pero los animales que viven en ellos tienen un organismo propio. Cuando la sonda los atrae al aire libre, la mayor parte han perecido ya, los otros sucumben inmediatamente. Sus escamas caen, sus vejigas natatorias revientan, su cuerpo entero estalla como un globo. Los objetos que se hunden en dichas profundidades sufren un verdadero aplastamiento.
Muchas veces el manómetro empleado en las sondas vuelve roto a pesar del armazón de hierro que lo envolvía. Los marineros del Challenger (inglés: desafiador), hicieron un experimento inesperado: llegados a la línea equinoccial, quisieron procurarse una bebida fresca y tuvieron la idea de bajar en el fondo del mar botellas de champaña. Al retirarlas, todo parecía intacto y muy fresco. Las destaparon, las probaron. El vino estaba fresco pero no se podía tomar.
Mientras descendían las botellas en el mar, la presión había hundido los tapones y el agua salada había penetrado en ellas. Durante la subida, disminuyendo la presión, los tapones volvieron a tomar su posición primera.
De la "Geografía Universal" de Pedro Martín; Talleres Gráficos Prometeo, Montevideo, 1932.
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