sábado, 4 de febrero de 2012

Acerca de las amputaciones

Amputación del muslo.

La amputación se diferencia de la resección en que ésta separa únicamente el hueso, mientras aquella separa todo lo que está por debajo del punto de sección. Tres indicaciones principales dominan la historia de las amputaciones: 

Primera, la necesidad de evitar y cohibir la hemorragia, a cuyo fin disponemos de la compresión y de la ligadura.

Segunda, la necesidad de cubrir los huesos, a lo cual están destinados todos los procedimientos que más adelante describiremos, y el arte posee recursos para llenar cumplidamente esta indicación.

Tercera, que es la que ofrece más dificultades, consiste en procurar la curación de las heridas, evitando los numerosos accidentes que tan frecuentemente acarrean la muerte; la ciencia no tiene aún definitivamente resuelto problema tan trascendental.

Las amputaciones se dividen en dos grandes clases, según que se opere en la continuidad o en la contigüidad de los huesos; estas últimas se denominan sencillamente desarticulaciones. Nos ocuparemos por separado de unas y otras, consideradas primero en general y después en los miembros, superiores e inferiores.

DE LAS AMPUTACIONES EN  LA CONTINUIDAD EN GENERAL

Todos los procedimientos puestos en práctica hoy día pueden referirse a cinco métodos: circular, a uno o dos colgajos, oval y elíptico. Es ésta una clasificación demasiado superficial, que conviene reducir a su justo valor. El objeto principal, como llevamos dicho, consiste en procurar carnes y tegumentos bastantes para cubrir los huesos, y lo llenamos de dos maneras distintas: o se aproximan de uno a otro lado los bordes de las diversas incisiones, haciendo que se reúnan enfrente del hueso; o éste resulta plenamente cubierto y la reunión se opera en un lado. De aquí se desprenden dos métodos fundamentales a que pueden referirse llamaré método por reunión media u opuesta, comprende los métodos, circular, a dos colgajos y oval; y al segundo se refieren el métodos a colgajo único y la incisión elíptica.

Por lo demás, para todos estos métodos se necesitan idénticos instrumentos: cuchillos y bisturí para los tejidos blandos; sierras, cizallas y tenazas incisivas para los huesos. De muchos de estos instrumentos hemos hablado ya, no obstante creemos necesario añadir, en este lugar, algo sobre los cuchillos de amputación.

Aparte de la longitud de su hoja, estos cuchillos se diferencian sobre todo según que tengan uno o dos filos. Los que tienen un solo filo, éste puede ser recto o cóncavo y tener afilada u obtusa la punta. Desde luego podemos asegurar que la punta obtusa priva al cuchillo de una parte de sus ventajas y que el corte cóncavo, lejos de facilitar la sección, produce un resultado enteramente opuesto. Un cuchillo bien construido debe parecerse al bisturí recto, conviene que su punta corresponda al eje de la hoja a fin de que el corte ofrezca una suave convexidad, y además me parece conveniente que el dorso esté adelgazado a bizel por ambas caras, a fin de disminuir el peso del instrumento sin que por ello disminuya la resistencia al corte, y para facilitar su introducción en las carnes.

El cuchillo de dos filos sirve únicamente en dos circunstancias: para atravesar todo el espesor de un miembro cuando se trata de cortar un colgajo por transfixión, o sea de dentro a afuera, y para seccionar los músculos interóseos. En el primer caso, no ofrece ventaja alguna sobre el cuchillo simple, tanto que el bisturí común es el único que sirve para cortar los colgajos por transfixión, lo mismo en la mano que en el pie. Además de que el filo dorsal, adelgazando la punta, facilita su ruptura al más leve choque contra la superficie de los huesos, asimismo en los  movimientos de vaivén del instrumento expone a la herida de los nervios y arterias que discurren a lo largo del colgajo. Para la sección de los músculos interóseos es un pésimo instrumento, tanto que ya J. L. Petit encontraba ventajoso sustituirlo por un simple bisturí. En resúmen, el cuchillo de doble filo resulta más perjudicial que útil, y por consiguiente conviene que desaparezca de las cajas de amputación.


Del "Manual de Medicina Operatoria" (Primera Parte: Operaciones Generales), VIII Edición, por J. F. Malgaigne y León Le Fort; Editorial de Espasa y Comp., Barcelona, 1882.

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