Declaración de amor
Señorita,
Desde que apercibí a Vd. por primera vez, su gracioso semblante me persigue dulcemente sin dejarme ninguna tregua. En medio de mi trabajo creo ver su rostro encantador, oir su voz embelesadora, asistir a su agradable y viva conversación; en una palabra, tener la dicha de gozar de su amable presencia. En pocas partes a donde guío mis pasos, solamente veo a Vd., no pienso sino en Vd., y cuando soy bastante feliz para apercibirla en realidad, me encuentro en trasportes próximos al éxtasis. Varias veces he tratado, Señorita, de comunicar a Vd. el sentimiento que me anima, al pasión que me inflama; pero a su vasta (lo comprendo hoy), mis ideas se desordenan sobremanera, mi razón está anonadada, mi cabeza se encuentra muy trastornada, para que yo pueda hacerle conocer el fuego que me abraza. Así es que no pudiendo ocultar a Vd. más tiempo el amor que la profeso, he tomado el único partido razonable, el de escribirle. Compadézcase Vd. de mi situación; mi amor es sincero; su desprecio o su indiferencia sería para mí un golpe mortal. Suplico a Vd., Señorita, me saque de esta cruel agonía; respóndame, dígame no que me ama, no estoy bastante loco para esperar, desde luego, felicidad semejante, pero a lo menos que Vd. me permita amarla.
Soy con amor y respeto, Señorita, el más apasionado y el más sincero de sus adoradores.
LUIS CLAIRVILLE
Calle de Gres, nº 2
París, 4 de enero de 1857.
Respuesta favorable
Muy Señor mío,
Si he de hablar a Vd. con sinceridad, me ha parecido que yo había hecho alguna impresión sobre Vd., y la declaración que me hace hoy no tiene nada que me sea desagradable. Sin embargo temo que Vd. tomer por un amor duradero un gusto fugitivo, una fantasía pasajera. Reflexione Vd. bien, Señor, sobre la naturaleza de los sentimientos que Vd. manifiesta en su carta, y si persiste en su inclinación por mí, me encontraré honrada de ser su constancia, y no seré insensible a su ardor.
Tengo el honor de ser, Señor, su muy humilde y afectuosa servidora,
L. MOLVANT
París, 16 de enero de 1857.
De "El Secretario Universal" por A. Armand Dunois; Garnier Hermanos, París, 1884.
Muy buenas y muy galantes esas cartas, pero ¿son reales ó son solo modelos del siglo 19 para escribir cartas de amor?
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