Sobre la pendiente de alguna colina boscosa, tendría una pequeña casa rústica, una casa blanca, con las persianas verdes.
Aunque el techo de paja sea en toda estación el mejor de todos, yo preferiría la teja, porque tiene el aspecto más limpio y más alegre que la paja. Además, es así como se cubren las casas en mi pueblo y esto me recordaría un poco los felices tiempos de mi juventud.
Yo tendría como patio un corral, y por cuadra un establo con vacas para tener leche, que me gusta mucho. Tendría un huerto por jardín, y como parque una quinta. Los frutos estarían al alcance de los paseantes, no serían ni contados ni recogidos por mi jardinero... Esta pequeña prodigalidad sería poco costosa, porque yo hubiera elegido mi asilo en alguna provincia alejada donde poco se ve el dinero, pero donde abundan mucho los productos de la tierra y donde reinan la abundancia y la pobreza.
El comedor estaría por todas partes, en el jardín, en un bote, bajo un árbol, algunas veces lejos de la casa, cerca de una fuente viva, sobre la hierba verdeante y fresca, bajo bosquecillos de arbustos. Tendría el pasto por mesa y por silla; los bordes de la fuente servirían de aparador y el postre pendería de los árboles.
Los manjares estarían servidos sin orden, nada de importunos lacayos escuchando nuestras conversaciones, divirtiéndose en hacernos esperar la bebida y murmurando contra nosotros porque siempre les parecerá que nos quedamos mucho tiempo en la mesa. Nosotros seríamos nuestros lacayos para ser nuestros amos. Cada uno estaría servido por todos y el tiempo pasaría sin contarlo.
El momento de las comidas sería también el del reposo.
Si cerca de nosotros pasase un campesino que vuelve del trabajo, con sus herramientas al hombro, yo le alegraría el corazón con algunas buenas palabras y con algunas copas de buen vino que le harían soportar más alegremente su miseria.
Y tendría el placer de decirme en secreto:
- Todavía soy un hombre...
Aunque el techo de paja sea en toda estación el mejor de todos, yo preferiría la teja, porque tiene el aspecto más limpio y más alegre que la paja. Además, es así como se cubren las casas en mi pueblo y esto me recordaría un poco los felices tiempos de mi juventud.
Yo tendría como patio un corral, y por cuadra un establo con vacas para tener leche, que me gusta mucho. Tendría un huerto por jardín, y como parque una quinta. Los frutos estarían al alcance de los paseantes, no serían ni contados ni recogidos por mi jardinero... Esta pequeña prodigalidad sería poco costosa, porque yo hubiera elegido mi asilo en alguna provincia alejada donde poco se ve el dinero, pero donde abundan mucho los productos de la tierra y donde reinan la abundancia y la pobreza.
El comedor estaría por todas partes, en el jardín, en un bote, bajo un árbol, algunas veces lejos de la casa, cerca de una fuente viva, sobre la hierba verdeante y fresca, bajo bosquecillos de arbustos. Tendría el pasto por mesa y por silla; los bordes de la fuente servirían de aparador y el postre pendería de los árboles.
Los manjares estarían servidos sin orden, nada de importunos lacayos escuchando nuestras conversaciones, divirtiéndose en hacernos esperar la bebida y murmurando contra nosotros porque siempre les parecerá que nos quedamos mucho tiempo en la mesa. Nosotros seríamos nuestros lacayos para ser nuestros amos. Cada uno estaría servido por todos y el tiempo pasaría sin contarlo.
El momento de las comidas sería también el del reposo.
Si cerca de nosotros pasase un campesino que vuelve del trabajo, con sus herramientas al hombro, yo le alegraría el corazón con algunas buenas palabras y con algunas copas de buen vino que le harían soportar más alegremente su miseria.
Y tendría el placer de decirme en secreto:
- Todavía soy un hombre...
Juan Jacobo Rousseau
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMe resultó gracioso porque subí este texto de Rousseau a un hilo de economía en un foro y me tildaron de "hippie". Esto viene a demostrar la deshumanización de la cienca económica del mundo actual que se ha convertido en un territorio propio de tecnócratas y demagogos que viven muy alejados de cualquier sentimiento humano (salvo el egoísmo y la avaricia) y empatía hacia los menos favorecidos. En fin, así va el mundo...
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