sábado, 31 de marzo de 2012

Tablas de Mortalidad


Existen diversas tablas, llamadas Tablas de Mortalidad, resultado de estudios estadísticos realizados en diferentes países y aún en diferentes zonas de cada uno de ellos y sobre individuos de diversas condiciones de vida, en las cuales aparecen compilados los datos relativos al número de personas supervivientes en las diversas edades a partir de un cierto número inicial de determinada edad. Así, la llamada Tabla de Déparcieux (Tabla I) parte de un número inicial de 1286 recién nacidos:


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En cambio la llamada Tabla de Experiencia Americana (Tabla II), parte de un número inicial de 100.000 vivientes de 10 años de edad:

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Estas tablas nos permiten calcular la probabilidad que tiene una persona de determinada edad de vivir determinado número de años. Recordemos que se llama probabilidad de realización de un acontecimiento, a la razón entre el número de casos favorables y el número de casos posibles, considerando a todos como igualmente posibles. Como es evidente, los resultados obtenidos serán diferentes según sea la tabla empleada, como puede verse en los siguientes ejemplos:

EJEMPLO 1: Calcular la probabilidad que tiene una persona de 20 años de edad de vivir hasta los 60 años.

La Tabla I nos indica que de 814 personas de 20 años, sólo 463 llegan a los 60 años. La probabilidad pedida es, pues:

p = 463 : 814 = 0.568

EJEMPLO 2: Calcular la probabilidad que tiene una persona de 40 años de vivir durante un año más. 

La Tabla I nos indica que de 657 personas de 40 años sólo 650 llegan a los 41 años. La probabilidad pedida será, pues:

p = 650 : 657 = 0.989345

En la Tabla II donde figuran calculadas estas probabilidades enontramos el número 0.990206.

EJEMPLO 3: Calcular la prima única que debe entregar a una compañía de seguros una persona de 20 años de edad, para que ésta le pague, al cabo de 30 años, si aún está con vida, una suma de $ 10.000, siendo la tasa a aplicar del 4 % anual.

La probabilidad que tiene una persona de 20 años de vivir hasta los 50 años, de acuerdo a los datos de la Tabla II, es la siguiente:

p = 69.804 : 92.637 = 0.75352

El valor actual del capital a recibir dentro de 30 años es igual a 10.000 :  1,04³º. Para resolver el problema planteado, haremos intervenir un nuevo elemento de cálculo, llamado esperanza matemática.

Sabemos que se llama esperanza matemática de una ganancia, al producto de esa ganancia por la probabilidad de obtenerla. En el caso planteado, la probabilidad de dicha ganancia es la probabilidad de vida del asegurando. Tendremo, pues, que el capital C que debe entregarse será:

C = 0,75352 x 10.000 : 3,243398 = $ 2.323 (aprox.)


De la "Colección Matemática: Tablas logarítmicas, trigonométricas, de interés compuesto, anualidades y constantes usuales" de Julio Rey Pastor y Manuel Pereyra; Palacio del Libro, Montevideo, 1949.

jueves, 29 de marzo de 2012

La llama azul


Era la víspera de Navidad. Hacía mucho frío porque nevaba desde por la mañana. En las calles blancas caminaba una niñita: no tenía padre ni madre, y su abuela, a quien tanto había amado, hacía un año que había muerto. Una mala madrastra había recogido a la infeliz niña, y la mandaba a vender fósforos por las calles. 

Iba vestida de andrajos y con los pies desnudos. La pobrecita tenía frío; pero no se atrevía a entrar en su casa sin haber vendido antes todos los fósforos, porque su madrastra la castigaría seguramente y la mandaría a acostarse sobre un montón de paja, en un inmundo desván sin darle de comer.

Todo el mundo corría por la calle ocupado en los preparativos de la fiesta de la noche; el árbol de Navidad se preparaba en todas las casas. Nadie tenía tiempo para ocuparse de la pobrecilla. Al pasar por delante de la vidriera de un panadero, los ojos se le iban detrás del pan; pero no se atrevió a pedir.

Oscureció: tocaron las campanas, y las calles fueron quedando poco a poco desiertas, uno que otro paseante, algún perro callejero era todo lo que veía. Vagando por las calles, azotada por el cierzo, la niña se fatigaba, y concluyó por sentarse en un rincón de la calle entre dos paredes, con la cabeza recostada en el muro.

Cada vez sentía más frío, y se le ocurrió encender uno de los fósforos; la madrastra no estaba allí; ¿cómo podría saberlo? Por lo demás, aquel fósforo calentaba un poco sus manos enrojecidas por el soplo helado de noche tan cruda. El fósforo brilló un momento, y le pareció a la pequeña que la llama pasajera regocijaba y animaba un instante su triste vida.

Cerró los ojos, y creyó ver delante de sí una gran cocina en la que se veía un pato relleno de castañas dorándose lentamente en el asador. ¡Qué rico debía ser aquello! Quiso acercarse para satisfacer su deseo, e hizo un movimiento que la despertó: la realidad reemplazaba al sueño. Sólo tenía ante su vista la calle desierta y blanca. Temblaba de frío: un fósforo más, después dos... ¡Ah! ¡qué alegre era aquella claridad y aquel chirrido!

Vió luz en una de las ventanas y se acercó a mirar. ¡Qué cosas tan hermosas se ofrecieron a la vista! En el centro de un salón profusamente iluminado se levantaba el árbol verde, todo adornado de cintas y cubierto de juguetes; luces, adornos de papel dorado, plateado, salpicado de lentejuelas; escalas de Jacob subiendo alrededor del árbol hasta la estrella de los pastores, que brillaba en la cúspide.

Allí cerca estaban un padre y una madre mirando enternecidos a los niños alegres que bailaban batiendo palmas y cantando los himnos de Navidad. ¡Qué alegría mirarlos! ¡Le parecía a la pobrecita que se hallaba entre ellos! Pero de repente notó que el frío la estrechaba demasiado, y pensó en la helada buhardilla donde vegetaba tan desamparada. ¿Qué le dirían cuando volviera? ¡Qué áspero recibimiento le haría su madrastra! ¡En qué abundancia caerían sobre ella los palos, de los que ya parecía sentir las magulladuras! ¡Ah! ¡más bien quedarse en la calle hasta el día siguiente y morir allí!

Tenía entre sus manos el paquete de fósforos; no pudo resistir a la tentación: los fósforos calientan, y ¡es tan divertido verlos arder! ¡Ea! ¡uno! ¡dos! ¡tres! ¡cuatro!... Si se encendiese todo un paquete, ¡qué hermoso sería, Dios mío! Dicho y hecho. Le pareció a la pobre niña que nunca había contemplado nada más hermoso. Muy pronto, el último fósforo brilló: ella creyó ver, vió en verdad abrirse el cielo, y a su abuela que se adelantaba y la llamaba con los brazos extendidos. En el mismo instante la niñita exclamó encantada: "¡Ya voy, abuelita, ya voy!", mientras que una sonrisa extática iluminaba su rostro...

A la mañana siguiente se encontró en el rincón de la calle una rubia niña vestida de andrajos. Estaba muerta, helada por el frío, con los pies desnudos y una caja de fósforos vacía en las manos. Ella había ido al cielo, al lado de sus queridos padres, a calentarse el corazón a la dulce llama azul del eterno amor.


De la obra "Ejercicios progresivos de Lectura, Ortografía y Ortología" por Emma Catalá de Princivalle; Imprenta 'El Siglo Ilustrado', Montevideo, 1913.

domingo, 25 de marzo de 2012

Los gatos del Foro Trajano




Tomando la Vía Alejandrina para entrar en la del Corso, paso todas las tardes junto al Foro Trajano, o si queréis, junto a la Columna Trajana, que es lo único que verdaderamente queda en pie de aquel complejo monumento, acaso el de más sonada magnificencia entre cuanto vio levantarse y caer este sol de Roma. Un paralelogramo cercado, de nivel mucho más bajo que la calle, contiene, entre silvestres hierbas y lodosos charcos, truncas columnas de granito, algunas de ellas arraigadas al suelo, otras tumbadas; y en medio de estas ruinas resalta, entera y majestuosa, la Columna Trajana, de mármol esculpido, en toda la extensión del fuste, con bajorrelieves que recuerdan el sometimiento de los dacios por el magnánimo y glorioso Emperador. Sus cenizas reposan, o reposaron, dentro del pedestal, dispuesto como sarcófago. Sobre el dórico capitel, en vez de la imagen de Trajano que lo coronaba, descuella, desde tiempos de Sixto V, un San Pedro de bronce.

La primera vez que pasé junto al Foro Trajano, ya casi entrada la noche, y me asomé a la oscura hondonada, vi deslizarse, entre las rotas piedras y las matas de pasto, una sombra fugaz. A esta sombra siguieron otras y otras, en varias direcciones. Luego advertí que con aquellas cosas pasajeras solían correr unas extrañas lucecillas. ¿Almas de tribunos, de mártires, de héroes, como las que en este venerado suelo de Roma han de reconocer un despojo de su vestidura corporal en cada grano de polvo, en cada hilo de hierba?...

Volví a pasar de día, y las sombras me revelaron su secreto. El ruinoso Foro está poblado de gatos. Allí ha puesto su cuartel general, su concilio ecuménico, su populosa metrópoli, la que llamó Quevedo "la gente de la uña".

Los hay de todas pintas, barcinos y atigrados, amarillos y grises, blancos y negros. En los cuadros de sol, sobre la fresca hierba, disfrutan, con envidiable e indolente placidez, su dicha de vivir ya gravemente sentados, ya tendiéndose en esas actitudes inverosímiles y absurdas con que encantaban a Teófilo Gautier. Uno, negro como la tinta, inmóvil, sobre una tronchada columna que le forma pedestal, parece una esfinge de ébano. Micifuz se relame sobre un derribado capitel. Zapirón remeda, rascándose "la pata coja de Mefistófeles". Zapaquilda amamanta a sus bebés en el hueco de dos piedras donde ha tendido el césped blanco tálamo. Ignoro si el problema económico de esta comunidad se resuelve mediante la protección del vecindario, o si ella vive de su propia industria con la libre caza de sabandijas; pero observo que todos los asociados están gordos y lucios y que el rayo del sol arranca de los esponjados pelambres reflejos, ya de oro, ya de azabache, ya de nieve.

No quiero a los gatos. Me han parecido siempre seres de degeneración y de parodia: degeneración y parodia de la fiera. Son la fiera sin la energía; son el tigre achicado, el tigre de Liliput; el instinto contenido por la debilidad; la intención pérfida y sinuosa que sustituye el arrebato de la fuerza: la mansedumbre delante del hombre y la ferocidad delante del ratón.

Cuando la corona de los seres vivientes está sobre la frente del león, como en la hermosa fábula de Goethe, la propia tiranía se ennoblece y la propia crueldad cobra prestigios de justicias. ¡Ay del reino animal cuando manden los gatos!

Contemplando a la plebe felina adueñada de aquellos despojos de la grandeza imperial, se me figuró ver cifrado en este caso un carácter constante de las decadencias. Caer en manos de los gatos, ¿no es el destino de todos los poderes que envejecen, de todas las glorias que se gastan, de todas las ideas que se usan?... Luego otra figuración embargó mi pensamiento. Me pareció como si se presentara entre las minas el alma de un antiguo romano y, con la amarga ironía de su orgullo, señalase en aquella vasta gatería una pintura de nuestra civilización, un símbolo de nuestra edad.

Somos, para los antiguos, gatos para fieras. Reproducimos su genio y su cultura, como el gato los rasgos del felino indómito y gigante. Para dar voz a otros hombres y otros tiempos, el Ramayana, la Ilíada, la Comedia. Para expresar la democracia utilitaria y niveladora, la Gatomaquía. Carecemos de la crueldad que empurpuró la arena del Circo y maceró las carnes del esclavo; pero tenemos la perversidad del rasguño, de la pupila que escudriña en la noche, de la mano esponjosa que dilata la agonía del ratón. Gatunos son nuestros crímenes. Económicas, tibias y falaces nuestras virtudes, pulcritud de gato. Si se aparece entre nosotros el Héroe, el miedo nos infunde valor y le saltamos a la cara, como nuestros congéneres hicieron con Don Quijote. Suplimos nuestra timidez para afrontar las puertas bien guardadas con nuestra habilidad para marchar por las comisas y trepar por los muros.

Las lamentaciones de Isaías, las amenazas de Daniel, las maldiciones de Dante, las quejas de Prometeo Encadenado, retumban en las concavidades del tiempo como rugidos en la selva. Los ayes de nuestros dolores, la declaración de nuestro moderno pesimismo, el clamor de nuestras rebeliones y nuestras esperanzas, ¿no sonarán en los oídos del futuro como maullidos de azotea?

El patriotismo romano, propagandista y conquistador, fue un inextinguible anhelo de espacio, y rebosando sobre el mundo, hizo nacer de la idea de la patria el sentimiento de la humanidad. Nuestro patriotismo, contenido y prudente, egoísta y sensual, ¿no tiene mucho del apego del gato a la casa donde disfruta su rincón?... ¡Oh, tú, que te levantas allá enfrente!, sombra del Coliseo, erguido fantasma de la antigüedad, genio de una civilización de águilas y leones: ¿no será esta de que nos envanecemos una civilización de gatos? 

José Enrique Rodó, Roma, 1917.


De "El Camino de Paros" de José Enrique Rodó; C. García editor, Montevideo, 1945.

jueves, 22 de marzo de 2012

El Manifiesto Russell-Einstein

Bertrand Russell leyendo la declaración de los científicos en Londres, el 9 de julio de 1955.

El Manifiesto Russell-Einstein constituye uno de los documentos más importantes del siglo XX y acaso el más importante grito de alerta realizado jamás por la comunidad científica internacional ante la amenaza nuclear y la Guerra Fría. 


COMUNICADO DE PRENSA
9 de julio de 1955


La declaración que se acompaña, que ha sido firmada por algunas de las más eminentes autoridades científicas en diferentes partes del mundo, trata de los peligros de una guerra nuclear. Se deja en claro que ninguna de las partes puede aspirar a la victoria en esa guerra, y que existe un peligro muy real de exterminación de la raza humana por el polvo y la lluvia de las nubes radio-activas. Se sugiere que ni el público ni los Gobiernos del mundo son suficientemente conscientes del peligro. Señala que un acuerdo de prohibición de las armas nucleares, si bien podría ser útil para disminuir la tensión, no ofrecería una solución, ya que dichas armas serían sin duda fabricadas y utilizadas en una gran guerra, a pesar de los acuerdos previos en sentido contrario. La única esperanza para la humanidad es evitar la guerra. Esta declaración tiene como propósito reclamar un modo de pensar que haga posible ese objetivo.
 
La primera iniciativa vino de una colaboración entre Einstein y yo mismo. La firma de Einstein la puso en su última semana de vida. Desde su muerte la he trasladado a hombres de competencia científica tanto del Este como del Oeste, pues los desacuerdos políticos no deberían influir en los hombres de ciencia en la estimación de lo que es probable, pero algunos de estos acercamientos aún no han tenido respuesta. Estoy trasladando la advertencia pronunciada por los firmantes al conocimiento de todos los Gobiernos poderosos del mundo con la sincera esperanza de que puedan llegar a un acuerdo que permita sobrevivir a sus ciudadanos.

Bertrand Russell

 
CARTA A LOS JEFES DE ESTADO 
 
Estimado...

Adjunto una declaración, firmada por algunas de las más eminentes autoridades científicas sobre la guerra nuclear, señalando el peligro de desastre total e irrecuperable que existiría de producirse tal guerra, y la consiguiente necesidad de encontrar alguna otra manera que la guerra para que puedan resolverse las disputas internacionales. Mi sincera esperanza es que usted ofrezca expresión pública de su opinión sobre el problema objeto de la presente declaración, que es el más grave que jamás haya enfrentado la raza humana.
 
Su seguro servidor,

Bertrand Russell



Además de Bertrand Russell y Albert Einstein, ocho científicos habían firmado la declaración en el momento de publicarse. Eran Percy W. Bridgman y Hermann J. Muller, de los Estados Unidos; Cecil F. Powell y Joseph Rotblat, de Inglaterra; Fréderic Joliot-Curie, de Francia; Leopold Infeld, de Polonia; Hideji Yukawa, del Japón y Max Born, de Alemania. Poco después se recibió una carta de adhesión de Linus Pauling, elevándose con ello el número de los firmantes a once. Todos, excepto Rotblat e Infeld, eran ganadores del Premio Nobel. 

DECLARACIÓN RUSSELL-EINSTEIN

En la trágica situación que enfrenta la humanidad, creemos que los científicos deben reunirse en conferencia para evaluar los peligros que han surgido como consecuencia del desarrollo de armas de destrucción masiva, y para discutir una resolución en el espíritu del borrador adjunto.
 
Estamos hablando en esta ocasión, no como miembros de esta u otra nación, continente, o credo, sino como seres humanos, miembros de la especie Hombre, cuya existencia continuada está en duda. El mundo está lleno de conflictos; y, por encima de todos los conflictos menores, la lucha titánica entre Comunismo y Anticomunismo.
 
Casi todo quien es políticamente consciente tiene profundos sentimientos sobre uno o más de estos asuntos; pero queremos que ustedes, si pueden, aparten esos sentimientos y se consideren sólo como miembros de una especie biológica que ha tenido una notable historia, y cuya desaparición ninguno de nosotros puede desear.
 
Debemos procurar no decir ni una palabra que pueda atraer a un grupo más que a otro. Todos, igualmente, están en peligro, y, si se entiende el peligro, existe la esperanza de que podamos evitarlo colectivamente.
 
Tenemos que aprender a pensar de nueva manera. Tenemos que aprender a preguntarnos, no sobre las medidas que deben tomarse para asegurar la victoria militar de cualquier grupo que prefiramos, pues ya no existen tales pasos; la cuestión que nos debemos formular es: ¿qué medidas deben adoptarse para evitar una contienda militar cuyo resultado será desastroso para todas las partes?
 
El público en general, incluso muchos hombres en puestos de autoridad, no han imaginado lo que supondría verse envueltos en una guerra con bombas nucleares. El público en general aún piensa en términos de destrucción de ciudades. Se entiende que las nuevas bombas son más poderosas que las antiguas, y que, mientras una bomba-A pudo arrasar Hiroshima, una bomba-H podría destruir las más grandes ciudades, como Londres, Nueva York y Moscú.
 
No cabe duda de que en una guerra con bombas-H las grandes ciudades quedarían aniquiladas. Pero ese sería uno de los desastres menores a los que nos tendríamos que enfrentar. Si todos en Londres, Nueva York y Moscú fueran exterminados, el mundo podría, al cabo de unos pocos siglos, recuperarse del golpe. Pero ahora sabemos, especialmente tras la prueba de Bikini, que las bombas nucleares pueden expandir gradualmente su destrucción sobre una superficie mucho más amplia de lo que se había pensado.
 
Se asegura con excelente autoridad que puede fabricarse ahora una bomba que sería 2.500 veces más potente que la que destruyó Hiroshima. Tal bomba, si explotara cerca de la superficie o bajo el agua, enviaría partículas radiactivas a la capa superior del aire. Descenderían gradualmente e irían llegando a la superficie de la tierra como mortífero polvo o lluvia. Ese polvo fue el que afectó a los pescadores japoneses y a los peces que capturaron. Nadie conoce la amplitud con la que podrían esparcirse esas letales partículas radio-activas, pero las mejores autoridades son unánimes al decir que una guerra con bombas-H podría posiblemente señalar el final de la raza humana. Se teme que de utilizarse muchas bombas-H habría una muerte universal, inmediata sólo para una minoría, pero para la mayoría en lenta tortura de enfermedad y desintegración.
 
Se han formulado muchas advertencias por eminentes científicos y por autoridades en estrategia militar. Ninguno de ellos dirá que pueden asegurarse las peores expectativas. Lo que dicen es que tales resultados son posibles, y nadie puede tener la seguridad de que no se hagan realidad. No hemos encontrado aún que las opiniones de los expertos en estos asuntos dependan en ningún grado de sus posiciones políticas o prejuicios. Sólo dependen, hasta donde nuestras investigaciones han revelado, del grado de conocimiento de cada experto en particular. Hemos descubierto que los hombres que más saben son los más sombríos.
 
Aquí está, entonces, el problema que presentamos, crudo, horrible e ineludible: ¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra? La gente no se plantea esta alternativa porque es muy difícil abolir la guerra.
 
La abolición de la guerra exigiría desagradables limitaciones de la soberanía nacional. Pero lo que impide quizá comprender la situación más que cualquier otra cosa es que el término «humanidad» suena vago y abstracto. La gente apenas se imagina que el peligro es para ellos y sus hijos y sus nietos, y no sólo para una humanidad vagamente aprehendida. Apenas se imaginan que son ellos, individualmente, y aquellos que aman quienes están en peligro inminente de perecer angustiosamente. Y por eso confían en que quizá deba permitirse que la guerra continúe siempre que sean prohibidas las armas modernas.
 
Esta esperanza es ilusoria. Cualesquiera acuerdos que se alcancen en tiempos de paz para no utilizar bombas-H, no se tendrán por obligatorios en tiempos de guerra, y ambas partes se pondrán a trabajar para fabricar bombas-H en cuanto estalle la guerra, porque si un bando fabricase bombas y el otro no lo hiciera, quien las fabricase resultaría inevitablemente victorioso.
 
Aunque un acuerdo para renunciar a las armas nucleares como parte de una reducción general de armamentos no equivalga a una solución definitiva, serviría para ciertos objetivos importantes. En primer lugar, cualquier acuerdo entre el Este y el Oeste será bueno en la medida en que tienda a disminuir la tensión. En segundo lugar, la abolición de armas termo-nucleares, si cada parte creyera que la otra la cumple con sinceridad, disminuiría el temor de un ataque repentino al estilo de Pearl Harbour, que en la actualidad mantiene a ambas partes en un estado de aprehensión nerviosa. Debemos, por tanto, dar la bienvenida a un acuerdo, aunque sólo sea como un primer paso.
 
La mayoría de nosotros no somos neutrales en los sentimientos, pero, como seres humanos, tenemos que recordar que, si las cuestiones entre el Este y el Oeste deben decidirse de forma que den alguna posible satisfacción a cualquiera, sea comunista o anticomunista, sea asiático, europeo o norteamericano; sea blanco o negro, tales cuestiones no deben decidirse por la guerra. Debemos desear que se entienda esto, tanto en el Este como en el Oeste.
 
Tenemos ante nosotros, si queremos, un progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Elegiremos en cambio la muerte, porque no podemos olvidar nuestras disputas? Hacemos un llamamiento como seres humanos a seres humanos: recordar vuestra humanidad, y olvidar el resto. Si podéis hacerlo, está abierto el camino hacia un nuevo Paraíso; si no podéis, se muestra ante vosotros el riesgo de la muerte universal.
 
RESOLUCIÓN

Invitamos a este Congreso, y a través suyo a los científicos del mundo y al público en general, a suscribir la siguiente resolución:
 
«Ante el hecho de que en cualquier futura guerra mundial se emplearían con certeza armas nucleares, y que tales armas amenazan la continuidad de la humanidad, instamos a los gobiernos del mundo para que entiendan, y reconozcan públicamente, que sus propósitos no podrán lograrse mediante una guerra mundial, y les instamos, en consecuencia, a encontrar medios pacíficos que resuelvan todos los asuntos de disputa entre ellos.»

Max Born
Percy W. Bridgman
Albert Einstein
Leopold Infeld
Frédéric Joliot-Curie
Herman J. Muller
Linus Pauling
Cecil F. Powell
Joseph Rotblat
Bertrand Russell
Hideki Yukawa

 
Russell envió ejemplares de la declaración al presidente Dwight D. Eisenhower, de los Estados Unidos; al primer ministro Nikolai A. Bulganin, de la Unión Soviética; al primer ministro Anthony Eden, del Reino Unido; al presidente René Coty, de Francia; al presidente Mao Tse Tung, de la República Popular China, y al primer ministro Louis S. Saint-Laurent, del Canadá. Eran los jefes de Estado más directamente afectados, según Russell, por los armamentos nucleares.

El manifiesto Russell-Einstein, al contrario del manifiesto Nicolai-Einstein de cuarenta año antes, recibió una gran publicidad y fue acogido favorablemente, en general, en todo el mundo. Hubo acuse de recibo oficial por parte de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y el Vaticano. Fue la primera de una serie de declaraciones similares en un período particularmente amenazador de la guerra fría; se publicó una semana antes de que se celebrase en Ginebra la primera conferencia en la cumbre entre Francia, Gran Bretaña, la Unión Soviética y los Estados Unidos, y menos de un mes antes de que se reuniese, también en Ginebra, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Utilización Pacífica de la Energía Atómica(...).

Los esfuerzos de Lord Russell dieron lugar a la celebración de una serie de conferencias de científicos, como las que él preconizaba. La primera, reducida e improvisada, se celebró en Londres los días 3-5 de agosto de 1955, la víspera de la Conferencia de las Naciones Unidas para  la Utilización Pacífica de la Energía Atómica. La segunda, a la que Russell no pudo asistir, se celebró en Pugwash, Nueva Escocia, los días 6-11 de julio de 1957.


Material tomado de O. Nathan y H. Norden, "Escritos sobre la paz de Albert Einstein"; Ediciones Península, 1967.

martes, 20 de marzo de 2012

Ópera II: "Aída" de Giuseppe Verdi


Cuatro actos
Música: Giuseppe Verdi
Letra: Antonio Ghislanzoni
Adaptación del original francés de Locle
Estrenada en El Cairo el 24 de diciembre de 1871
Lugar de la acción: Menfis y Tebas
Época: de los Faraones

El ejército egipcio hizo cautiva a una muchacha etíope, Aída, que es ahora esclava de Amneris, la hija del Faraón. Esclava y señora están enamoradas de Radamés, capitán egipcio que ama a la primera y está destinado a casarse con la segunda.

Llega un mensajero con la noticia de que el rey etíope, Amonastro, padre de Aída, ha invadido Egipto. Se acuerda que el ejército salga contra el invasor, y se nombra jefe de la expedición a Radamés.

Pasan unos meses, Radamés vuelve vencedor. Amneris, para poner al descubierto el sospechoso amor de Aída, dice a ésta que Radamés ha muerto en la guerra. Descubierta aquella callada pasión, Amneris declara que ella también ama a Radamés, y amenaza a la esclava hasta con la muerte.

El Rey y la Corte se reúnen en la entrada de Tebas para recibir a los vencedores. Entran las tropas y, al final, Radamés, en un trono llevado por cautivos. El Rey se adelanta a recibirlo. Entre los prisioneros viene Amonastro, el rey etíope, padre de Aída. Amonastro pide al Rey perdón para sus compañeros de infortunio; también lo pide Radamés. El Rey lo concede con la condición de que padre e hija queden en rehenes. El Rey etíope ofrece tomar venganza.

En efecto, invocando los deberes que la sangre real impone a su hija, logra que ésta, sacrificando su amor, arranque al imprudente Radamés el secreto del camino que en el próximo ataque han de seguir las tropas egipcias. Sorprendido Radamés por Amneris y el gran sacerdote, es acusado de traidor por la hija del Rey, que así se venga de su esclava y del desdeñoso capitán.

Preso Radamés, le ofrece Amneris la salvación si renuncia al amor de Aída; pero aquel contesta que prefiere morir. Se celebra el juicio, se desespera Amneris al fin, e increpa a los jueces; pero éstos dicen que ya nada se puede hacer.

Radamés está recluído en una mazmorra que acaba de ser cerrada. Allí ha de morir en la tiniebla y en la soledad... Pero no; de un rincón del calabozo sale Aída, que allí esperaba para morir con él; no está solo. Y en cuando a la tiniebla, la mazmorra está totalmente a oscuras; pero para los corazones y la fe y el amor y la imaginación de Aída y Radamés, il ciel si apre.

El virrey de Egipto quiso solemnizar la apertura del canal de Suez, y encargó a Verdi la composición de una ópera de asunto egipcio. Por ello le ofreció 200.000 francos. La obra fue Aída. Por varias causas se retrasó el estreno. Verdi no se atrevió a hacer el viaje.

Se dice que uno de los recuerdos más gratos de Verdi era el de haber observado, una noche a altas horas, en Milán, a un muchacho que, para darse ánimos al atravesar una grande y desierta plaza, iba cantando la brillante y musculosa marcha triunfal de Aída. Verdaderamente se puede decir que ésta lo que de la Appasionata de Beethoven decía Bismarck: "Cada vez que la oigo me siento más valiente":



"Marcha triunfal" de Aída


De "El Libro de la Ópera" de Juan Ríos Sarmiento; Editorial Juventud Argentina, Buenos Aires, 1944.

sábado, 17 de marzo de 2012

La locomotora


La locomotora de empleo más generalizado es la de vapor, la derivada por perfeccionamientos, ampliaciones y mejoras de la de Stephenson. Se utilizan también locomotoras eléctricas, con motores que reciben la corriente de una línea de conducción de energía que se establece a lo largo de la vía; y se utilizan igualmente, de poco tiempo a esta parte, nuevos tipos de máquinas con motores de combustión interna y con combinaciones de estos motores con los eléctricos. Pero sigo siendo aún la locomotora de vapor la que predomina, y a ella habremos de referirnos en este Capítulo, entendiéndose que de la de vapor se trata mientras no se diga otra cosa. A las eléctricas se dedica Capítulo aparte.

Una locomotora se compone esencialmente de la caldera y máquina, montadas sobre un bastidor con ruedas. El bastidor se apoya sobre las cajas de grasa de los ejes de las ruedas, por el intermedio de unos resortes o muelles que proporcionan elasticidad al apoyo.

El vapor generado en la caldera es conducido a los cilindros, de los que hay un número de dos, tres o cuatro. Los cilindros van montados sobre el bastidor, y los vástagos de sus émbolos o pistones enlazan con las ruedas por medio de un sistema de biela y manivela., transformándose así el movimiento rectilíneo alternativo de los émbolos en el de rotación de las ruedas. Las aludidas bielas son las bielas motrices, y las bielas que hacen solidarias a varias ruedas, para convertirlas en motoras. Las ruedas motoras son, pues, accionadas bien directamente por las bielas motrices, bien por bielas de acoplamiento.

El bastidor no descansa únicamente, por lo general, sobre estas ruedas motoras, sino que para facilitar la inscripción de las curvas y disminuir las reacciones laterales sobre los carriles se añaden delante y, a veces, también detrás de las motoras, ruedas libres constituyendo un bissel, que es un juego de un eje con dos ruedas, o un bogie o carretón con cuatro ruedas. Las locomotoras tienen, según esto, ruedas motoras o motrices, y ruedas libres, simplemente sustentadoras del peso del vehículo.


De "Explotación técnica de ferrocarriles" por Francisco Wais; Editorial Labor, Madrid, 1933.

jueves, 15 de marzo de 2012

El Estado mundial


El Estado mundial es la unión política de todos los pueblos de la Tierra en un solo Estado y bajo un gobierno común. Su principal objetivo sería evitar las guerras, y muchos creen que no hay otro medio de lograrlo. Este pensamiento es antiquísimo, y se encuentra ya en la Biblia; en él se basaban los imperios universales de la antigüedad y de la Edad Media. En Europa fue su expresión política, aunque incompleta, el Sacro Imperio Romano Germánico. También los imperios musulmanes corporizaron el pensamiento del Estado mundial. 

Lo opuesto a él es el Estado nacional soberano, que siempre se impuso en la práctica y, desde la desaparación del imperio universal medieval, representa el concepto político dominante. En época moderna, el pensamiento del Estado mundial fue difundido sobre todo por el pacifismo y fue causa de la creación de la Corte Internacional de Justicia, de la Liga de las Naciones y de las Naciones Unidas. Pero estas tentativas no han llevado a una organización de los pueblos con pretensión de universalidad.

El moderno socialismo fue siempre de índole internacional y consideró su objetivo una Federación Mundial socialista. Pero, más que  a este ideal, la práctica de los partidos socialistas y comunistas respondió siempre hasta hoy a las circunstancias y necesidades nacionales.

Los defensores del Estado Mundial, que alzaron su voz todavía más después del advenimiento de la bomba atómica, lo concibieron en forma federativa, con suficiente autonomía para los pueblos asociados, pero con un gobierno y un parlamento mundiales de considerable autoridad. Se alega que los modernos medios de comunicación ya hace tiempo hicieron posible un Estado mundial, pero que es sobre todo el carácter cada vez mayor de aniquilamiento de las guerras lo que lo convierte en una verdadera necesidad práctica.

Moralmente, el mundo no está aún maduro para un Estado mundial, y los sentimientos nacionales se sobreponen a todo. Las federaciones regionales, como quizá los Estados Unidos de Europa, las alianzas panamericanas o atlánticas, se consideran a manera de etapas en el camino hacia la Federación mundial, pero también aquí parece estar todavía lejos una realización. 

Los historiadores recuerdan que los imperios mundiales surgieron siempre de la conquista de una hegemonía, y hoy en día solo existen dos candidatos para el papel de hegemonista. Otros comparan la política de unificación de las naciones con la reunión de los Estados menores de igual nacionalidad dentro de  los modernos Estados nacionales, tal como ocurrió en la era de la unificación nacional: pero tampoco faltó allí la fuerza y la hegemonía. 

En realidad, hoy es sobre todo la técnica moderna, y principalmente la guerrera, la que permite la eficaz intervención de un Ejecutivo en cada punto del globo y convierte al Estado mundial en una posibilidad práctica... en el sentido, por primera vez, de un Estado que realmente abarque toda la tierra, pues los imperios mundiales de otros tiempos solo se extendían a las regiones terráqueas que formaban el mundo entonces conocido.

Muchos son ya los que están de acuerdo acerca de la necesidad de un Estado mundial que reemplace la tradicional anarquía internacional, si bien ha encontrado asimismo críticas, por parte de los que aún consideran posible, y preferible, la pacífica convivencia de Estados soberanos. Para ser duradero, el Estado mundial debería basarse en la justicia internacional y en la buena voluntad de todos sus miembros; los socialistas creen que sólo es posible a partir de una ordenación económica socialista, y otros aseguran que  podría servir de base cualquier ordenamiento social.

Con este concepto mantiene estrechas relaciones la idea de un idioma mundial aunque, en fin de cuentas, éste no sería imprescindible.


Del "Diccionario de Política Mundial" de Walter Theimer; Migual A. Collia, editor; Buenos Aires, 1958. 

lunes, 12 de marzo de 2012

Roma contempla su pasado

Tito Livio, el primer gran historiador romano, redactó una obra monumental: la célebre "Historia de Roma"

Roma, convertida en dueña del mundo, miró hacia atrás para considerar su extraordinaria aventura. Aunque ya se habían compuesto muchas "Historia de Roma", la que escribió el gran historiador Tito Livio (59 a.C. - 17 d.C.) es la más fascinante y monumental. Todos los hechos importantes, desde la fundación de la ciudad hasta el reinado de Augusto, se narran con supremo arte en un intento de dar nueva vida al espíritu que había forjado la grandeza de la urbe: amor a la patria, severidad en las costumbres y sentido del ahorro. Pero Roma era ya demasiado rica y potente para escuchar el llamado de sus antiguas virtudes. Las exhortaciones de Livio cayeron en el vacío, ante la indiferencia de una sociedad que caminaba hacia una lenta, pero incontenible decadencia.


De la "Enciclopedia Estudiantil Superior" (volúmen I); Editorial Codex S.A., Buenos Aires, 1966.

domingo, 11 de marzo de 2012

Así hablaba Zaratustra



Este poema sinfónico de Richard Strauss (1875-1949) simboliza el anhelo de la sabiduría y meditación a través de la interpretación libre de algunos trozos de la obra de Friedrich Nietzche (1844-1900) que lleva el título citado. El músico se basó, según sus manifestaciones, en el prólogo de la obra literaria:

Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:

«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!

Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.

Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.

Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza.

Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!

Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!

¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!

¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.»

- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.



El poema sinfónico se divide en las secciones detalladas a continuación. Nosotros, por nuestra parte, destacamos algunos pasajes que pudieran tener especial significación:

a) INTRODUCCIÓN: Se escucha el motivo principal de la "Naturaleza".

b) DE LOS PROFESORES DEL TRASMUNDO (I. 3): Zaratustra no encuentra en los intérpretes del más allá, ni en los credos religiosos, la sabiduría o los conocimientos que busca para satisfacer las interrogantes de su espíritu. Se oye el coral: "Creo en un Dios".

c) DE LAS GRANDES ANSIAS (IV. 14): Yo te he enseñado, alma mía, a decir "hoy" como un "día" y "en otro tiempo", y a pasar bailando por encima de todo... Con la tempestad que se llama "espíritu" soplé sobre tu mar envuelto y expulsé de él todas las nubes y hasta estrangulé el estrangulador que se llama pecado... Todo te lo he dado, alma mía... Mi último don fue haberte dicho que cantes.

d) DE LAS ALEGRÍAS Y PASIONES (I. 5): Los goces sensoriales no consiguen satisfacer al protagonista.

e) LA CANCIÓN DEL SEPULCRO (II. 11): ..."¡Oh, miradas de amor, momentos divinos! ¡Oh, imágenes y visiones de mi juventud! ¡qué de prisa os desvanecisteis"

f) DE LA CIENCIA (IV. 15): Desarrollo entre los motivos de la naturaleza y la melancolía.

g) EL CONVALECIENTE (III. 13): "Haber de cantar nuevamente, ese es el consuelo que he inventado par mí, esa es la curación...".

h) LA CANCIÓN DANZA A (II. 10): "Como podría yo ser enemigo de las danzas o de los hermosos pies juveniles?... "Si me inclino a la sabiduría... es porque me recuerda bastante a la vida".

i) CANTO DEL SONÁMBULO (II. 9): "Mi gozo de dar ha muerto a fuerza de dar,  mi virtud se ha cansado de sí misma por su propia exhuberancia... Y mi alma es también un surtidor... Y un canto de enamorado es también mi alma".


Fuentes: "Así hablaba Zaratustra" de Friedrich Nietzsche; Editorial Edaf S.L., Madrid, 2008 y "Apreciación Musical" (tomo II) de Manuel García Servetto; Mosca Hnos. S.A. editores, Montevideo, 1970.

sábado, 10 de marzo de 2012

Acerca de la presión barométrica en las profundidades del mar


La presión barométrica de las aguas del mar aumenta rápidamente con la profundidad, haciendo que éstas sean más densas a medida que se alejan de la superficie. En las grandes profundidades es tan elevada, que ningún ser de las zonas superiores puede sufrirla.

Esta presión de los abismos marinos es prodigiosa, pero los animales que viven en ellos tienen un organismo propio. Cuando la sonda los atrae al aire libre, la mayor parte han perecido ya, los otros sucumben inmediatamente. Sus escamas caen, sus vejigas natatorias revientan, su cuerpo entero estalla como un globo. Los objetos que se hunden en dichas profundidades sufren un verdadero aplastamiento. 

Muchas veces el manómetro empleado en las sondas vuelve roto a pesar del armazón de hierro que lo envolvía. Los marineros del Challenger (inglés: desafiador), hicieron un experimento inesperado: llegados a la línea equinoccial, quisieron procurarse una bebida fresca y tuvieron la idea de bajar en el fondo del mar botellas de champaña. Al retirarlas, todo parecía intacto y muy fresco. Las destaparon, las probaron. El vino estaba fresco pero no se podía tomar. 

Mientras descendían las botellas en el mar, la presión había hundido los tapones y el agua salada había penetrado en ellas. Durante la subida, disminuyendo la presión, los tapones volvieron a tomar su posición primera.


De la "Geografía Universal" de Pedro Martín; Talleres Gráficos Prometeo, Montevideo, 1932.

jueves, 8 de marzo de 2012

El aumento del costo de vida en las últimas décadas


Se necesitaron 13 años, 1942-1955, para que el nivel general de precios se duplicara. Sin embargo, los precios se duplicaron nuevamente en un período de cuatro años (1955-1959), luego vuelven a duplicarse en tres años (1959-1962), e igual porcentaje se alcanza en los años 1962-1964. Y luego, a partir de 1966, el aumento alcanza el 86% y pronto alcanza a duplicarse en un solo año y después se duplica en 10 meses, alcanzando la inflación el valor de 130% en 1967, valor de excepción, sin duda uno de los más altos del mundo, en ese año.


De la "Historia económica y financiera del Uruguay" de José Luis Buzetti. Edición del Ministerio de Obras Públicas, Montevideo, 1969.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Premios creados por el Ayuntamiento de Barcelona para el año 1952


PREMIOS "CIUDAD DE BARCELONA"

La Institución Cultural Española del Uruguay ha recibido, por intermedio del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, las bases para optar a los premios creados por el Ayuntamiento de Barcelona. La fecha para tomar parte en este interesantísimo  CONCURSO vence el 31 de octubre del corriente año de 1952. Los premios se otorgarán el 26 de enero de 1953. Se instituyen seis premios de veinticinco mil pesetas (25.000), cada uno, y otro de cinco mil pesetas (5.000). Los temas para los seis premios de veinticinco mil pesetas (25.000) pesetas, son los siguientes: PREMIO DE NOVELA, PREMIO DE POESÍA CASTELLANA, PREMIO DE POESÍA CATALANA, PREMIO DE TEATRO, PREMIO DE MÚSICA y PREMIO DE CINE. El tema para el premio de cinco mil (5.000) pesetas, es el siguiente: PREMIO DE FOTOGRAFÍA.

La Junta Directiva de la Institución Cultural Española del Uruguay tiene el agrado de comunicar a los intelectuales iberoamericanos, muy especialmente a  los uruguayos, los temas de este interesante CONCURSO y las bases correspondientes para intervenir en el mismo. Las bases referentes al PREMIO DE CINE y al PREMIO DE FOTOGRAFÍA, no constan en esta publicación, pero están a la disposición de las personas que les interese conocerlas, en la sede de nuestra Institución -calle 18 de Julio 1332-.

La Junta Directiva de la Institución Cultural Española del Uruguay agradece el envío de este importante material informativo y felicita al Ayuntamiento de Barcelona por la organización de un CONCURSO que juzgamos interesantísimo.

Montevideo, junio de 1952.

CONSTANTINO SÁNCHEZ MOSQUERA
                                                                                                      Presidente

ADRIANO OVALLE
      Secretario


De un folletín de la Institución Cultural Española del Uruguay, junio de 1952.


NOTA: Que pena haber descubierto este concurso 60 años después de su realización, porque me hubiera gustado participar del mismo de haber vivido en esa época, en el concurso de fotografía. Como quiera que sea, me ha parecido oportuno rescatarlo del olvido.

martes, 6 de marzo de 2012

Ópera I: "Fidelio" de Ludwig van Beethoven


Ópera en dos actos
Música de Beethoven
Letra de Sonnleithner
Estrenada en Viena, 20 de noviembre de 1805
Lugar de la acción: Una prisión española
Época: Siglo XVIII

Don Florestán y don Pizarro son rivales políticos. El segundo es el jefe de una fortaleza-prisión, y consigue encerrar en ésta a don Florestán. Después que lo tiene preso, hace correr la voz de que éste ha muerto. Pero la noble Leonora, esposa de don Florestán no se fía de la noticia, y para averiguar la verdad y, en su caso, ayudar al marido, se viste de hombre y consigue un empleo en la prisión, donde entra con el nombre de Fidelio.

El primer ministro va a hacer una visita de inspección en el castillo, y puede encontrar allí a don Florestán, pues está encerrado en un calabozo. Es necesario hacerlo desaparecer. Don Pizarro entrega una bolsa de oro al carcelero, para que mate al preso. El carcelero se ofrece únicamente a cavar la fosa si el jefe da muerte a don Florestán. Comienza a cavar ayudado por Fidelio, que se ha ganado su confianza y ha conquistado el corazón de su hija. Leonora reconoce a su marido en aquel preso tan demacrado, y convence al carcelero para que le lleve algú alimento.

De pronto, se presenta Pizarro, decidido a quitar de en medio el peligroso estorbo. Pero en el momento de lanzarse, puñal en mano, contra don Florestán. Fidelio le apunta una pistola y lo contiene. Se oye una trompa que anuncia la llegada del Ministro; se descubre todo, y Leonora quita las cadenas a su marido.



Obertura de Fidelio

De "El Libro de la Ópera" de Juan Ríos Sarmiento. Editorial Juventud Argentina, Buenos Aires, 1944.

NOTA: Con Fidelio hemos inaugurado una secuencia de grandes óperas que iremos exponiendo a lo largo del año. Espero que sean del grado de los amables lectores.

domingo, 4 de marzo de 2012

¿Pueden pensar los computadores?


La gran velocidad de los ordenadores les ha permitido solventar en breve tiempo problemas tan complejos que los humanos no podrían solventar en toda la vida. Esto no quiere decir que los computadores resuelvan problemas que no puedan resolver los hombres, sino que solucionan, en un espacio relativamente corto de tiempo, problemas que requerirían los esfuerzos de muchos hombres durante un considerable espacio de tiempo. Tomemos, por ejemplo, el problema del lanzamiento de un proyectil sobre un blanco móvil. Además de la velocidad y la dirección del blanco y el proyectil, deben tenerse en cuenta la resistencia del aire, la velocidad del viento, la atracción de la gravedad y muchas otras fuerzas. Todos estos cálculos deben ser hechos rápidamente y constantemente revisados mientras el proyectil está en vuelo. Solamente los computadores pueden ejecutar estos cálculos con la rapidez suficiente para el ajuste que debe hacerse al proyectil mientras éste se halla en el aire.

Si los computadores pueden solucionar tales problemas complejos, ¿es razonable decir que pueden pensar? La respuesta es afirmativa, si la entendemos como realización de las órdenes del cerebro humano. Cuando una bomba se utiliza como corazón artificial, no se considera un corazón; con todo, es sangre en circulación. Un computador no se considera un cerebro, pero cuando ejecuta las funciones del cerebro en lo  que refiere a organización de datos, retención de éstos en la memoria y solución de los problemas, ¿no es razonable decir que está pensando?

Pero esto puede decirse cuando un órgano natural se sustituye por uno artificial y ejecuta "todas" las funciones de la parte desaparecida. Los computadores no pueden ejecutar todas las funciones del cerebro humano. En respuesta a esta objeción, consideremos lo que comprende la inteligencia del cerebro. La inteligencia puede ser considerada no una cosa singular, de entidad definible, sino un continuo con muchas dimensiones. Una persona puede ser extremadamente capaz en un área, y relativamente incapaz en otra. Puede ser rápida al solucionar un problema, tanto que en un tiempo dado solucionará muchos más que otra, mientras que esta otra puede necesitar más tiempo pero ser capaz de solucionar problemas más complicados que la primera. Al primero de estos individuos no puede considerársele más inteligente que al otro. Tal vez se sitúen en diferentes puntos puntos de las varias dimensiones del continuo de la inteligencia, con un mayor desarrollo en la dimensión de la velocidad, y la otra en la de la complejidad.

Si empleamos los modernos computadores digitales en este continuo multidimensional, los podemos encontrar situados muy por encima del hombre en la dimensión de las velocidades, y por debajo de él en cuanto a complejidad de técnicas en el proceso de la información. No obstante, es interesante notar que si contemplásemos al computador en su infancia, tal vez cuando éste era un órgano totalmente mecánico, habría estado más bajo que el hombre en el continuo de la velocidad y decididamente más bajo en el proceso de la información. Todos los indicios nos hacen creer que la máquina continuará aproximándose (y posiblemente superando) al hombre en tantas dimensiones como puedan ser definidas.

Hay mucha gente que prefiere volver a definir el concepto de "pensamiento" con cada avance de la complejidad del computador. Consideran que la inteligencia es la diferencia entre la habilidad de la máquina y la del cerebro humano. Así, la definición de la inteligencia llega a ser cada vez más difícil porque las máquinas ejecutan cada vez más cuidadosamente las funciones del cerebro humano. Tal aproximación es preferible, pero llega a ser innecesaria si se emplea el concepto continuo de inteligencia. 

Frecuentemente se ofrece otro argumento negativo en lo que se refiere a la capacidad de pensar del ordenador: es una cuestión lógica y se deducen soluciones de premisas dadas, es un proceso enteramente diferente para dar una respuesta. Los poderes de inducción, como el poder de tener un pensamiento creador, son peculiares del hombre y separan su mundo de inteligencia del de la máquina. No obstante, es duro admitir científicamente que algo venga de la nada. Aún creadoramente, esta cima del pensamiento humano debe tener algún origen, desconocido hasta el presente. No es entonces verdad que la nueva idea, el destello de brillante discernimiento, el pensamiento creador, surge de una situación de hecho que no puede ser evidente aún para el pensador, pero ¿existe la nada? Si el pensamiento creador sigue unas reglas en todo, tiene alguna base en la predicción de los sucesos, entonces es solo asunto de tiempo, y el esfuerzo de esta habilidad puede ser programado en los computadores.

Pero así como el hombre no desarrolla su capacidad de pensamiento vegetando en el vacío, el computador necesita gran cantidad de entrada de información para desarrollar y mantener los procesos pensantes. Seguramente un computador solamente puede conocer lo que el hombre le introduce, pero entonces, ¿conoce un hombre más de lo que se le introduce? El hombre constantemente recibe información del medio ambiente a través de los sentidos. Los sentidos del computador consisten en órganos tales como las tarjetas perforadas y la lectura de cintas (computadores más ampliados pueden tener sentidos más fácilmente comparables a los humanos, tales como son la televisión para la vista y los micrófonos para el oído). El medio ambiente del computador consta únicamente de aquellos estímulos a los que se exponen sus sentidos.

Así el hombre tiene a su disposición "máquinas pensantes". Usadas adecuadamente, estas máquinas proveerán al hombre de un instrumento de trabajo que extenderá las fronteras de su conocimiento. 


De "Principios Básicos de los Computadores" de S. M. Weinsten y A. Keim. Editorial Labor, Barcelona, 1965.

sábado, 3 de marzo de 2012

Nada se ha inventado para reemplazar la lectura

"La Joven Lectora", óleo de Jean-Honoré Fragonard

Hemos ponderado e inflado en forma totalmente desproporcionada nuestro sistema educativo audiovisual. Si esta afirmación parece demasiado reaccionaria o conservadora, permítaseme decir que si pudiéramos instituir el sistema audiovisual de educación de todas las escuelas norteamericanas, convertiríamos a todas nuestras maestras en mecánicos de categoría superior y, por consiguiente, la profesión de maestra, la profesión más noble del mundo, acabaría por extinguirse pronto.

El sistema audiovisual constituye simplemente una extensión de nuestras actitudes de apresuramiento. La lectura de un libro demanda mucho tiempo y tenemos miedo de no comprenderlo de inmediato, y podamos perder nuestro tiempo. Nos hemos preocupado demasiado por hacer asimilables los libros. Toda persona es mejor por leer un libro que no comprende de primer intento.

Cuando era muchacho, en el East Side de la ciudad de Nueva York, solíamos preguntarnos cuando nos encontrábamos: "¿Ya lo leíste?" Hablándonos de Los Miserables de Víctor Hugo. Sabíamos que se trataba de un libro importante y que ejercería una profunda influencia sobre nosotros, por lo cual nos preparábamos para leerlo. El día feliz llegaba cuando podíamos responder: "Bueno, lo leí!"

Existe una gran diferencia entre leer Los Miserables y ver a Frederic March y a Charles Laughton en una película varias veces exhibida en la última función. Se puede ver aMarch y a Laughton más de veinte veces y, con todo, no saber nada del libro. No hay excusa: hay que leerlo. Entre el ojo y la palabra impresa hay una relación que desafía la explicación coherente.

Carl Sandburg, en su biografía de Abraham Lincoln, dice que los hombres del ejército de la Confederación y la Unión leían Los Miserables. La leían en una edición barata, fraudulenta, llamada "the Volunteer's edition". Tan grande era la popularidad del libro que los soldados se llamaban con los nombres que tomaban prestados de los personajes de Hugo. Durante el crudo invierno de 1864, los soldados de la Confederación se apodaron "Lee's Miserables".

Por muy bien que la interpretación audiovisual presente Los Miserables, el resultado no es el mismo. Usted no reconocerá que Hugo escribió: "Todos propietarios y ningún amo". Tampoco recordará que en una de sus introducciones escribió: "Proscribo la pobreza, destruyo la ignorancia, curo la enfermedad, odio el odio; ésa es mi posición y por eso escribí Los Miserables".

Usted está solo al leer esto y no puede reproducir el mismo proceso de una audiencia masiva. Cuando se encuentra en una audiencia masiva cae en el anonimato: al leer adquiere una identidad ampliada. Aprende cosas diferentes y en forma diferente. Tratar de comprender todo de la misma manera es lo mismo que aprender la tabla de multiplicación y pretender determinar las leyes físicas de la tierra con arreglo a ella.

La gran verdad de un libro es que preserva los errores al mismo tiempo que la verdad. Esto es algo que la educación audiovisual no podrá hacer nunca. Nunca será tan independiente de los censores como el libro.

Artículo de Harry Golden.


Este artículo fue publicado en "The Carolina Israelite", el 14 de mayo de 1961.